6: Poseídos

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 —Gracias por tener esa confianza que siempre tienen para contarme sobre sus problemas —el padre de los cuatro hermanos sonríe con sarcasmo—. Déjenme decirles que están poseídos, niños.

Jade eleva sus brazos en el aire, victoriosa.

—Jamás vuelvan a poner en duda mis conjeturas —advierte, señalándonos a todos.

Así como algunos nos hemos amistado otros siguen sin querer hablarse. Troye, los gemelos, James, Nathan y Jake se mantienen de brazos cruzados y con cara de pocos amigos, escuchando lo que Morgan dice.

—¿Poseídos? —cuestiona Jake, elevando una ceja.

—Me oíste, hijo —responde su padre—. La posesión se hizo por medio de pesadillas, en algún sueño que han tenido debieron comer algo, beber algo, los apuñalaron, dispararon o quizá los besaron pero el espíritu solo necesitó ese contacto imaginario para que sus consciencias lo dejasen entrar.

—¿Por qué no están actuando como la niña del Exorcista, entonces? —pregunta Jade.

—Sembró en ellos la discordia —responde—, quien lo controla sabe que ellos funcionan juntos, que son fuertes juntos, sembrar la discordia en ellos es lo que ha hecho que esta semana enloquezcan, de pronto todos tenían ganas de pelear, echarse en cara errores del pasado...

—Es algo que hace siempre —gruñe Nathan, señalando a Troye.

Ese le pega un manazo en el brazo, alejando su mano de su cara.

—Bien, aquí todos conocemos el muérdago —dice Morgan con simpleza—, haré un viejo remedio con eso... Les sacará el mal del sistema, prepárense para vomitar.

¿Qué? ¡No!

—¿Muérdago? —pregunta Jade— Lamento ser la que siempre haga las preguntas pero soy la única humana aquí al parecer.

Morgan le sonríe, comprensivo.

—Es una planta antigua, conocida por sus efectos al momento de combatir el mal, puede curar enfermedades así como ser usado en contra de criaturas como nosotros, es un arma de doble filo —explica, tomando un frasco de su alacena— ¿Quién quiere ser primero?

—El quejón —Nash señala a su hermano.

Minutos después de observar a Morgan Clark hervir las hierbas el primero en tener que tomar un trago de eso es Jake, con expresión que delata el asco que siente bebe del remedio que aún está caliente. Traga sonoramente antes de que las arcadas empiecen.

—Ahí viene —dice su padre—, es el mal saliendo de tu sistema.

—Ay, qué mal... —balbucea el chico de cabellos oscuros antes de llevar sus manos a la boca de su estómago y salir corriendo por un pasillo.

—¿Quién sigue?

Todos damos un paso atrás. Siva empuja a su gemelo, Conor hacia delante.

—¡Es la discordia hablando a través de ti, hermano! —exclama girando hacia su reflejo vivo.

Me deslizo en silencio fuera de la cocina, desapareciendo de sus vistas y el nuevo pánico que le tengo al muérdago. Saco mi teléfono, distrayéndome entre viejas imágenes de la galería mientras me dejo caer en uno de los sofás de la sala de los Clark.

—¿Te importa si me siento?

Nathan está apoyado en una de las paredes cerca de la mampara de cristal que guía al patio trasero. Me encojo de hombros, fingiendo que no me importa demasiado.

—Es tu casa —le recuerdo sin quitar la vista de la pantalla de inicio de mi móvil.

—¿Podemos hablar sin que amenaces con quemarme vivo? —pregunta.

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