15: Capuchas Negras

663 75 13
                                    

Camino entre los árboles despojados de la mayoría de sus hojas, los pinos son los únicos que se mantienen revestidos con sus ramas y agujillas verdes. El bosque nunca me pareció tan seguro como hoy.

Nunca había a tantas personas en el bosque, veo a mi alrededor, varias parejas y familias pasean por el bosque con sus abrigos puestos.

La nieve no tardará en caer, los lagos no tardarán en congelarse por completo, los árboles no tardarán en quedarse sin hojas y pronto tendremos que enfrentarnos a todos estos problemas que cada vez se hacen más grandes.

Veo el bosque seguir extendiéndose más allá de mi campo de visión y por un momento pienso en la primera vez que vi a Nathan y como el murciélago ese me saltó en la cara. Y seguro me veo como una demente sonriéndole a la nada mientras pienso en cómo conocí a cada uno de mis amigos.

Pienso en la casa escondida entre los árboles y hierbas y me pregunto si Bianca se ocultará ahí hoy, si ella y su silencioso hermano planean su siguiente movimiento letal.

Me giro para encontrarme con el bosque vacío, el viento sigue corriendo contrario a mí, pero todas las parejas que paseaban desaparecieron. Frunzo el ceño y pego la espalda a un árbol.

Pero si podía oír a los niños correr y jugar por aquí hace unos segundos.

Estiro el cuello mirando entre los árboles, cautelosa. Esto es malo.

—Alex.

Mi cuerpo se estremece ante su voz y cierro los ojos con fuerza, intentando convencerme de que es parte de mi imaginación. Jamás pensé que oiría de nuevo esa voz ronca y ese leve siseo al final de mi nombre saliendo de sus labios.

No quiero voltear, no quiero voltear.

Él no está aquí, él no está aquí.

—Alex —repite mi nombre, cada vez más cerca.

Respiro con fuerza, intentando hacer de cuenta de que no está. Oigo el crujir suave de las ramas bajo sus zapatos y entonces sé que ha llegado, puedo sentirlo detrás de mí. Giro sobre mis talones, temerosa.

—Derek —la sorpresa en mi voz me delata.

Decir su nombre se siente casi como decir una mentira.

—¿Qué haces aquí? —pregunto sin aliento— ¿Cómo es que estás vivo?

—Usar el Athyo no es el único método que existe para revivir a alguien —responde—, son complicados y no todos los conocen pero heme aquí, algunos funcionan al parecer.

Doy un paso atrás, sin saber qué decir o cómo reaccionar.

—¿Qué quieres? —pregunto— ¿Fue ella, no? ¿Fue Bianca quien te revivió? Si así creo que podrían retirar sus amenazas, ya que eres la única razón por la que intentó arrancarme la cabeza el otro día.

Frunce sus espesas cejas negras sobre sus ojos de hielo, lo que digo le sorprende.

—¿Qué?

—¿Qué? —repito— ¿No sabías?

Se queda de una pieza, confundido.

—Bianca y Javier están aquí —digo—, vienen por nosotros unidos a Surata, quieren matarnos a todos por ti y por otras razones también pero Bianca vino aquí por ti.

—¿Por qué confiaría en ti y lo que dices? Intentaste matarme —escupe.

—Y tú intentaste matarme a mí —repongo— Además... ¿Qué ganaría mintiendo sobre algo así?

Academia WindstormDonde viven las historias. Descúbrelo ahora