13: Muérdago

680 75 19
                                    

Es muy tarde para cuando Nathan apaga la Jeep en frente de la casa. Las calles están vacías y la calle es apenas iluminada por los faroles. Sonrío, contenta con el resultado de la noche.

—Esperaré a que entres, llegues a tu habitación y me iré —dice, elevo una ceja.

Sigue creyendo que Bianca volverá a secuestrarme y me atará a un árbol para golpearme con una rama.

—Bueno, no es el gran esfuerzo —bromeo—, vives a cinco casas de aquí y la verdad no sé porqué siempre vienes en auto.

—Cuando tengas seiscientos años te preguntaré si te agrada caminar —rueda los ojos—, nos vemos.

—Nos vemos —repito.

Un corto beso de despedida y me bajo de la Jeep con mis zapatos en mis manos. Al llegar a mi habitación me dispongo a sacar la cabeza por la ventana para que vea que estoy a salvo. Sonríe pero la Jeep no enciende.

Me encojo de hombros y él hace lo mismo antes de bajarse.

No enciende, tendrá que caminar, guarda las llaves en su bolsillo y se despide a la distancia antes de desaparecer de mi campo de visión.

El soplido del viento y el crujido de las ramas de los árboles cercanos me recuerdan lo tarde que es. Me cruzo de brazos, buscando contener el calor, de pronto desde la penumbra emerge una figura masculina encapuchada.

Me escondo un poco entre las cortinas, el hombre quita la capucha que lo mantiene cubierto. Esas ondas cobrizas se me hacen familiares, cuando caigo en cuenta de su identidad sus ojos azules están sobre los míos.

Xavier.

Eleva su mano, ondeando un saludo que me pone los pelos de punta y sigue con su camino, alejándose calle abajo.

¿Cómo sabe dónde vivimos y cómo notó que lo estaba mirando?

Cierro la cortina de inmediato y pego mi espalda a la pared junto a la ventana. Echo un último vistazo a la calle y vuelvo a la cama, sintiéndome confundida. Doy vueltas en la cama, intentando aún con el vestido por lo que parecen horas. Veo el teléfono una y otra vez hasta que se hacen las tres de la mañana.

Refresco a página del Instagram buscando algo nuevo que ver.

El cristal de la ventana comienza vibrar, haciéndome pegar un salto sobre las mantas. Mis sentidos se ponen en alerta. La ventana se abre en un estruendo y de repente tengo a Nathan en el suelo de la habitación.

Emite un quejido de dolor y entre retorcijones se levanta con dificultad.

Salgo de la cama de un solo salto al ver su rostro. Su piel tan pálida como la de un cadáver y perlada en sudor frío.

—¡¿Qué pasa?! —pregunto asustada sentándome a su lado.

—Muérdago —susurra con dificultad antes de caer nuevamente en el suelo de mi habitación.

Le remuevo y le llamo algunas veces más, pero es en vano, no responde. Y eso no debería estar sucediendo, no debería estar pasando.

—¡PAPÁ! —grito intentando levantar a Nathan del suelo.

Las pisadas en el pasillo resuenan y en menos de diez segundos tengo a papá agachado junto a mí levantando a Nathan del suelo para ponerlo sobre mi cama.

—¿Qué le pasó? —pregunta buscando signos de heridas.

—No lo sé —respondo consternada—, dijo muérdago.

Oh, cierto... Morgan dijo que el muérdago es una de las pocas cosas que puede ser usada en contra de todas las criaturas sobrenaturales.

—Debemos llevarlo con su padre —digo— ¡Levántalo!

Academia WindstormWhere stories live. Discover now