4: Noche Lluviosa

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No soy capaz de pegar un ojo.

Con las sábanas hasta el cuello, observo hacia la ventana de la habitación, veo los árboles sacudirse con furia allá afuera y los riachuelos de lluvia recorrer el cristal de la ventana.

Los perros que cuidan la academia ladran histéricos y yo no entiendo cómo Malika puede dormir tan plácidamente aquí a mi lado.

La habitación está sumida en la oscuridad, de allá afuera apenas y entra un rato de luz de luna.

No quería admitir para mí misma que le temo a la oscuridad. No quiero hacerlo.

Cuando Jade y yo éramos niñas y hacíamos pijamadas, ella solía engañarme y encerrarme en una habitación a oscuras, poniendo todo su peso en la puerta para evitar que yo pudiese abrirla.

¿Cruel, verdad? pues para ella era divertido. Esos horripilantes eventos han dejado una marca en mí.

Mis huesos se congelan pese a estar abrigada.

Es que esto es digno de película de terror de bajo presupuesto ¡De noche, completamente a oscuras en un castillo viejo y se desata una tormenta! ¡Que venga el asesino con el hacha, por favor!

Quiero dormir.

Entonces, por primera vez en mi vida, decido hacer los ejercicios de respiración que tanto me había recomendado la terapeuta.

Siento mi cuerpo relajarse y el sonido exterior no llega a mis oídos, de pronto, todo desaparece.

Estoy corriendo, mis piernas están cansadas y flaquean.

Mi garganta escuece de lo seca que se encuentra, solo deseo un poco de agua, pero no puedo dejar de correr, si me detengo él me atrapará y me matará.

Siento sus pasos cada vez más cerca, corre hacia mí como gacela, yo soy su presa.

Tropiezo con una rama en el suelo y caigo de bruces.

Siento sus manos en mi cuello, aprisionando, dejándome sin aire.

Despierto con un golpe en seco. Afuera en los pasillos algo ha caído.

Veo la hora en mi móvil.

3:30 AM.

¿Alguien se habrá levantado asustada? ¿Y si a la torre se ha metido un animal?

Aparto las mantas de mi cuerpo y me calzo las mullidas pantuflas, le echo un vistazo a Malika, que aún duerme profundamente.

—La torre se cae —bromeo para mí misma, mirándola dormir.

Con el móvil en la mano me dirijo a la puerta de la habitación y con un suave chirrido esta antigüedad se abre. Saco la cabeza por un ladito y observo ambos extremos del pasillo, una ventana del corredor está abierta de par en par y las cortinas se inflan y sacuden con violencia.

Muerdo el interior de mi mejilla, algo asustada pero me decido por salir y cerrar la ventana. De lo contrario seguirá chocando contra la pared toda la noche y jamás podré dormir.

Camino a paso rápido por la zona oscura del pasillo, los cuadros de escenas inquietantes me aterran a estas horas de la noche.

¿Alguna otra chica se habrá despertado?

Meto el móvil en el elástico de mi pantalón de pijama y tomo las ventanas y con fuerza intento cerrarlas, el viento sopla con demasiada fuerza, haciéndome batalla.

Consigo cerrarlas y aún empujando coloco los cerrojos con dificultad.

Cierro los ojos y suspiro con cansancio mientras pego la espalda a estas, intentando recuperar mi aliento.

Quedo totalmente petrificada ante la imagen que tengo ante mí.

—¿Qué haces aquí? —pregunto escandalizada, cuidando mi volumen.

El cuarto Clark está aquí y yo no encuentro razones para que él irrumpa en la torre para mujeres a altas horas de la noche, sobre todo cuando está prohibido.

—Vine a hablarte —responde—. Mis hermanos me hablaron de ti, creo que mereces unas disculpas.

—Son las tres de la mañana, no hay nadie despierto aquí.... ¿Cómo entraste? La entrada está asegurada.

Sus ojos se dirigen atrás de mí.

La ventana estaba abierta.

—¿Entraste por la ventana? —pregunto, confundida—. Agradezco tu preocupación pero pudiste esperar hasta mañana.

—¿Quieres que te explique o no?

—Adelante, puedes hablar —le digo—. Pero no me cabe la idea de que hayas entrado por la ventana... estamos en un cuarto piso ¿Cuál es tu problema?

—Entré por la puerta principal —rueda los ojos— ¿A caso crees que puedo volar?

—¿Sabes? —digo— Como que tengo sueño... ¿Vamos a avanzar con la conversación sobre por qué me dejaste desangrándome en el bosque? ¿Por qué estabas ahí?

—Perdón por asustarte, Alex, salí a fumar, aquí no te dejan hacerlo. De todas formas no tenías nada qué hacer allí, ese es el límite de la propiedad y más allá de la valla, nadie que no tenga permiso pude pasar por allí.

—¿Y tú sí tienes permiso? —pregunto encarnando una ceja.

—Sí, mi familia es propietaria de cierta parte detrás de la vaya... así que eres tú quien invadió mi propiedad primero.

¿Su propiedad?

—No entiendo cómo desapareciste tan rápido —digo—. Estabas ahí y cuando parpadee habías desaparecido.

—Eso debió haber sido a causa del golpe que te diste en la cabeza —responde encogiéndose de hombros—, porque yo me fui a paso normal...

—¿Cómo sabes que me pegué en la cabeza? —pregunto.

—Te vi cuando te caíste —contesta, cruzándose de brazos

—¿Por qué no me ayudaste? —pregunto ofendida.

—Porque no podía —dice— ¿A caso tienes más preguntas?

—Sí ¿Por qué eres tan raro?

—Solo deja de meterte en donde no debes —responde, negando con la cabeza—. Bien, hasta mañana.

—¿Vas a bajar por la ventana?

—No, ve a tu habitación —señala el fondo del pasillo.

Frunzo el ceño.

—Ahí viene la patrulla escolar —sonríe con burla.

Le miro confundida, se despide con la mano y sale corriendo hasta desaparecer por las escaleras. De pronto, llega una luz cegadora a mis ojos.

—¿Qué hace fuera de su habitación a esta hora?

Una profesora que me parece haber visto en el desayuno me observa con los brazos como jarra.

—La ventana se abrió por el viento —me disculpo—, ya me iba.

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