17: El Reemplazo

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Tenemos el plan, eso es bueno. Nuestro nuevo problema ahora es encontrar una manera de hacerles llegar nuestra proposición, pues hasta ahora no hay rastro de los hermanos Tharnister. Jade gruñe, dejándose caer en el asiento.

—Se me congela el trasero —los dientes de Sofía castañean mientras soba sus manos entre sí, calentando la lana que las envuelve.

Es el día más frío hasta ahora. Tomo el vaso caliente de mi bandeja y bebo un sorbo del té caliente que compré.

Pronto, los Harrison llegan a la mesa con las mismas caras largas.

—Enserio se esfumaron —dice Kian—, sus casilleros están vacíos.

Cierro los ojos, intentando mantenerme de una sola pieza. Lo peor de tener esta especie de vida secreta es tener que seguir viniendo a la escuela como si nada estuviese pasando, concentrarme en las clases, los eventos y en las personas.

Los Clark llegan a lo lejos. Frunzo el ceño al ver que Nathan carga entre sus manos el uniforme y equipo de protección del equipo de fútbol de la escuela. Los cuatro se dejan caer en la banca libre.

—Tú no estás en el equipo —le digo.

—Hugh se fue de la ciudad con sus padres esta semana y necesitan un reemplazo para el primer partido de esta noche —rueda los ojos—, juro que hice de todo para declinar pero el entrenador seguía insistiendo.

—Genial, ahora tendremos que venir al partido —resoplo, enojada.

—Es tu último año, disfrútalo un poco —dice Caleb.

—¿Disfrutarlo? —elevo una ceja— Mi padre podría estar enterrado diez metros bajo tierra... ¡No tengo cabeza para el partido de esta noche!

—Nosotros nos saltearemos el partido —dice Kian—, ustedes vengan al partido esta noche, intentaremos rastrear a los Tharnister.

—¿Cómo planean hacerlo? —pregunta Gaby—Esos malditos se desvanecieron, literalmente se desvanecieron....

—¿Uno de sus amiguitos tiene un restaurante, no? —cuestiona James— Haré un pedido especial...

—¿Langosta con parmesano? —pregunta Siva con emoción.

—Era en sentido figurado, idiota —golpea el brazo.

Volteo hacia Nathan quien bebe de su botella de agua con la vista en la pantalla de su móvil.

—¿Estás seguro de jugar esta noche? —le pregunto— Digo... Antes jugabas y ganabas porque tenías algo de ayuda.

—Estoy bien —sonríe, seguro—, llevo jugando para distintas secundarias muchos años, incluso sin poderes voy a patearles el trasero a todos los del equipo contrario.

Toma mi mano y apoya su rostro en esta, mirándome con esa seguridad que solo él tiene.

*****

El equipo está ganando. Por supuesto que no por Nathan, en lo que va del partido se lo han llevado por delante ya cuatro veces, y tan solo vamos quince minutos de juego. Pellizco el puente de mi nariz en cuanto el siguiente jugador pasa, tirándolo al suelo tan solo con el hombro.

—Creo que debería pegar su cara en la nieve, eso se va a poner azul —Jade hace una mueca.

Le pasan por encima.

—Uh —esta vez el lamento es colectivo.

Sí, sabía que esto no era buena idea. No puedo seguir viendo como lo golpean y arrastran por el suelo. Suspiro.

—¿Oye, me traes algo de beber? Se está poniendo más frío —Jade me ve suplicante mientras extiende un billete hacia mí.

Lo tomo de mala gana.

—Bien —acepto—, me quedo con el cambio.

Bajo las gradas, cuidándome de resbalar con la nieve que ha empezado a acumularse en los escalones. Salgo del campo, yendo hacia la cafetería que por esta noche se ha mantenido abierta, hay muchos que solo han venido a conversar o deambular por la escuela.

Le compro un té como el mío y al salir hacia el patio de regreso al campo de fútbol mi teléfono comienza a sonar. Seguro es James con noticias sobre Bianca. 

—¿Hola? —respondo, sujetando teléfono entre mi hombro y oreja derecha.

Oí que me andabas buscando —distingo su voz de inmediato, es ella—. Si quieres a tu padre regresa lo que me robaste, tienes diez minutos para llegar, sé que puedes ser muy rápida si así lo quieres, esperaré en el claro en el centro del bosque... Sin compañía.

—¿Qué? Bianca, yo no...

Ella cuelga.

Mierda. Este no era el plan, solo me ha dado diez minutos y todos estamos separados. Dejo el vaso de té en una de las mesas y echo a correr de regreso al campo. Jade me ve con el ceño fruncido al ver que no traigo nada en manos.

—¿Y mi...?

—Bianca llamó —digo—, tengo diez minutos para verme con ella en el claro en el centro del bosque, me iré ahora... Llama a todos, iré por el Athyo y me encontraré con ella.

—¿Qué más haré? —pregunta.

En sus ojos veo que espera una petición más, algo que no sea llamar y pasar mensajes. Ella quiere servir más que solo para dar mensajes pero no puedo permitirlo. No pueden dañarla, no a ella.

—Mantente a salvo —le pido.

Ella asiente algo desanimada.

—Ve con cuidado.

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