CAPITULO 7

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Azier

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Azier

Me encuentro dos horas en la misma postura de sentado, debajo de la puerta de mi habitación. He permanecido con la cabeza en mis rodillas, los hombros decaídos y mis manos sobre los ojos impidiendo la vista de mi alrededor.

Con esta postura, emano cansancio, tristeza, desasosiego y aflicción. Nada calma mi ansiedad, el golpeteo en mi pecho es cada vez más fuerte y mi respiración cada vez más débil. He intentado de todo: correr hasta cansarme, tomar té, ver la televisión, revisar el celular, hacer deberes, leer y nada.

Desesperado por conciliar el sueño y dejar pensamientos tortuosos, estoy a punto de atreverme a dar con la solución más sencilla, de calma. Mi corazón es incontrolable, miles de sentimientos de culpa me carcomen. Por otro lado, mi cabeza se encuentra igual o peor; no deja de repetir imágenes del preciso momento. Del momento donde gané fuerzas, aprendí y por supuesto perdí. Un auto, una persona tirada, mis dedos que se esparcían su sangre, la imagen que me destroza y ocasiona que mi débil diafragma parezca comprimido, parezca inexistente.

Mi subconsciente me destroza lentamente, me llena de emociones tan vividas y deprimentes. No quiero estar así, no deseo lograr que mi fuerza oscura gane. Me niego a que la oscuridad cubra mi luz, mi alegría y los buenos momentos. Estoy seguro que ese Azier lucha por no encontrarme.

Percibo los pequeños rayos del sol y levanto mi vista para contemplar lo que tanto necesitaba; luz. Una luz que representa la esperanza, el amor, el calor y el regocijo.

Desde que esta se filtró por la ventana, recién pude tomar una ducha, cepillarme, vestirme en pijamas e ir directo a descansar. Necesito descansar y dejar de imaginar escenarios; donde estoy en un juicio con el abogado Azier que no para de culparme y el otro que se victimiza y defiende.

— Soy tonto—. Me permito dormir con los rayos de distancia remediable para solearme.

Sin distinción de la realidad, rememoro una imagen que deja de ser un recuerdo para convertirse en un momento inventado con la viva imagen de su cuerpo alto que sonríe a cada nada por mí.

Oye, acércate al fuego— llamó su asistencia.

— ¡Voy!

Ella aparece en los árboles que cierran su vista, combate las hojas que pelean sobre su cabello, aparte que mi visión me permite ver su esfuerzo, su cansancio por cargar consigo unas ramas

— Traje leña.

— Déjame ayudarte.

Sostengo el peso entre mis brazos, y la invito a que se pose en mi hombro, sin embargo ella pasa de mí con una burla oscura en todo su rostro lleno de arrugas de alegría, sus cachetes forman dos con pequeños círculos, luego su nariz fruncida y para terminar sus ojos chinos que despegan euforia.

Perfecto le regaló mi sonrisa —. ¿Te parece si armamos la carpa?

¡Genial! vamos a ello-responde animosa.

Cerebro vs Corazón © (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora