CAPITULO 37

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Dayla

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Dayla

16 años

Mi destino va a cambiar y quizá esta decisión sea uno de los grandes puntos claves.

Papá acaba de atacarme por tercera vez en el mes y por fin algo dentro de mi cabeza creció: desprecio. No deseo contar las veces en que su furia cambia, han sido varias. De una forma u otra, termino agotada y adolorida.

Por supuesto, nunca he creído que se deba a mí, no merecía que los puñetazos se intensificaran. Nadie lo hace. Ciertamente cuando aquel momento llegaba; perdía el hilo total, me consumía la furia, los sentimientos que no podía conectar con mi reacción. Sentía que alguien llevaba consigo mi conciencia hacia un pozo infinito, donde no había dolor, ni desolación.

Algo más que se almacena es la certeza de la existencia de monstruos. Sebastián, quién gana castigos por creerse el único miembro de la casa. Diferente de lo que muestra ante la sociedad; él es una fiera que marca territorio a base de rupturas a su alrededor.

No ha parado y prefiero omitir el daño que me ocasionan día a día. Era el supuesto de una persona que ama, mas él está loco, ido y soluciona sus problemas a base de violencia barata.

No más, yo me largo de aquí.

He permanecido un año en su casa, conviviendo con la familia más triste y tóxica que me ha tocado. Por lo mismo entendí que ese prepotente es incorrecto y debe denunciarse, sin embargo aún no soy mayor de edad, llevó peligro por los asuntos políticos del señor y claro que aún tengo restricciones.

Cierro la puerta tan fuerte, pactando una promesa de castigo para mi suplicio. Es lo único que me queda, esperar. Absolutamente nadie me saca de la cabeza, la crispada maldad en sus ojos, la arruga que desprende su frente, el vigor que sus manos usan, ni siquiera el mal sabor que tiene cuando se atreve a escupirme.

Me siento tan sucia que prefiero callarme antes de que Daniel llegué...

El celular timbra con su nombre en la pantalla y la aceptó sin dudarlo.

— ¿Daniel?

— Day, dile a tu papá que te dirija al centro de Miami, aquí nos vemos.

No...

— Te espero, muero por verte.

Ni siquiera la idea de regresar a mis pasos surgió. Afuera de esta casa lujosa, amplia me despido arrancando una estatua que puede venderse a un elevado precio.

El tiempo que he pasado en Miami, no he podido salir demasiado. Siempre era con el monstruo o Pablo. Ellos me acompañaban, me arrastraban, e incluso así no reconozco las calles o avenidas.

Miami no es especial, de hecho es otra huella más de mi verdugo. Creo que relacionar lugares con dolores es un talento, es como si todo estuviera conectado para que yo Dayla me marcara a fuerza

Cerebro vs Corazón © (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora