CAPITULO 23

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Dayla

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Dayla

La gente se empeña en malograr la vida de otros. ¿Acaso aún no saben que soy una necia hasta el final? No cambio de opinión fácilmente, menos lo iba a ser con una situación que carcome mi ser diariamente. El dinero probablemente solo sea material, mas es todo lo que puedo darle a alguien que no conozco y está relacionado con Daniel. ¿Celos? Para nada, solo no deseo saber nada de él por un tiempo.

Mejor así y no arruino los buenos recuerdos que aún conservo. Tanto mejor que todavía no nos hemos cruzado, a pesar que en algún momento pasará.

De retorno a casa por la noche, sostengo el polo de regalo a Azier para llevarlo a la lavandería. Vi en internet que puedes evitar que la ropa se destiña fácilmente, si antes de su primera lavada la remojas con sal y agua entre veinte a treinta minutos. Junto con esa camisa, pondré unas que acabo de hacer para mí.

Cuando vives sola, te encargas de hacer cada una de las labores domésticas. Encima el ser una obsesiva perfeccionista te lleva a deshacerte del polvo minuciosamente por toda la casa. Lavar la ropa es un trabajo que realizo con cuidado, así impido que mi ropa se dañe rápidamente— Qué aburrido Dayla ¿no sales fiesta o algo?

Aunque el peso de la ropa sucia la ocupo en un brazo, los polos en mi hombro y la otra concentrada en el chat con Azier, quién me acaba de hablar para vernos; casi tropiezo en las baldas de entrada a mi lavandería

Yo: Hola extraviado

Azier: Ya te contaré

Yo: ¿Hora?

Azier: De hecho... estoy fuera de tu casa

Yo: Es broma.

Azier: Hahahaha...no.

¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Estando con la misma ropa con la que llegué, me dispongo a remojar sus camisetas, meter mi ropa en la lavadora sin mojarla anteriormente.

Sálvense ahí, pues pantalones y camisas ¡Peleen!

Apresurada, volco colonia por todo el primer piso, no me molesto en mirarme al espejo y abro la puerta para dejarle pasar. Sus pasos no se pierden más allá de mí y suficiente tengo con no querer volver a ver sus ojos que lo arrastro adentro por detrás. Su risa es fugaz, repentina mientras la mía resulta gruesa como si hubiera estado tanto tiempo resguardada. Aún así sin anuncios, sin más bienvenidas, se vuelve para extender sus brazos.

Mi cabeza no entiende a lo que se refiere, y la demora da como resultado que cruce sus brazos, tal como si no hubiera querido darme un abrazo— entendí más tarde.

Estoy en tu casa...reafirma con una mediana sonrisa que esconde una tierna timidezEl pueblo de Biden me pagaría una fortuna por contarles la hazaña que pise tu casa y no tienes a nadie secuestrado acá.

Cerebro vs Corazón © (Terminada)Where stories live. Discover now