39. Reunión

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Pido perdón por lo que va a ocurrir a continuación.

Mi rostro se torció por la incredulidad al escuchar las palabras de Zoe

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Mi rostro se torció por la incredulidad al escuchar las palabras de Zoe. ¿Cómo que llevaba tres años inconsciente? Mi corazón se aceleró al instante y busqué en mi mente las respuestas que sabía que no tenía. Mis ojos se detuvieron en su aspecto antes de analizar el rostro de Dante y el de Hugo, encontrando en ellos la información que tanto ansiaba.

—Te juro que cuando pueda levantar los pies del suelo te voy a patear el culo —dije entrecerrando los ojos al comprender que me estaba tomando el pelo.

Del pecho de mi amiga brotó una carcajada que resonó en la estancia y la joven se acercó a mí para darme otro abrazo que me hizo sonreír.

«Esta vez solo han sido diez horas» —dijo Dante riéndose entre dientes.

—¿Y si ha pasado tan poco tiempo por qué vosotros estáis así y yo estoy en la mugre? —pregunté señalándolos con cierta envidia.

—Quizá tenga algo que ver con que mis análisis muestren que ellos tenían extracto de acanto en su organismo cuando llegaron a la enfermería y tú no —dijo Ceylán mientras entraba en la sala con varias carpetas en la mano.

El tono de sospecha del gamma no me pasó desapercibido y el joven arqueó una ceja mientras me observaba esperando a que le diese una respuesta.

—¿Eso no es lo que les inyectaste en el coche? —preguntó Zoe antes de que pudiese responder, haciendo que el reconocimiento brillase en los ojos de los presentes y que yo me mordiese el interior de la mejilla inconscientemente.

—No tenía acanto para todo el mundo —dije cuando la intensidad de sus miradas se volvió demasiado incómoda—. Como comprenderéis no tengo una farmacia en el maletero del coche.

—Afri, tienes un aspecto horrible —me dijo Zoe en un susurro.

—Gracias, amiga.

La joven soltó una ligera carcajada al escuchar la indignación en mi respuesta y Ceylán me hizo una seña para que lo siguiese a otra sala en la que comprobar mi evolución. Dante me observó con el ceño fruncido y no dijo nada mientras me iba, algo que me sorprendió, ya que incluso Hugo me dedicó una cálida mirada antes de que desapareciese de la estancia.

—¿Cómo te encuentras? —me preguntó Ceylán en cuanto me senté en la camilla.

—Como si me hubiese atropellado un camión cargado con cien ovejas y lo hubiese celebrado bebiendo cinco botellas de ron.

—Tus heridas han sanado muy poco —dijo con preocupación—. El mordisco de tu hombro sigue fresco y tienes hematomas por todas partes. Tus hemorragias internas parecen haber mejorado, pero me preocupa la cantidad de acónito que hay en tu organismo.

—Si estoy despierta es que todo va bien, Cey, no te preocupes tanto —dije con una sonrisa.

—Pareces una moribunda.

La maldición del sol +18 (Completa)Where stories live. Discover now