47. Rastreadora

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Me puse de pie de inmediato, lo que llamó la atención de todo el mundo y eliminó cualquier rastro de diversión que pudiese quedar en el ambiente. Dante me observó preocupado y arrugó la frente con confusión.

—Hay un aberrante en el bosque —dije mientras trataba de identificar de dónde provenía su olor. El alfa se incorporó al instante y olfateó el aire que nos envolvía. Su mirada se perdió a través de la ventana y apretó la mandíbula. Intenté percibir sus emociones a través del vínculo, pero no sentí nada. ¿Me había bloqueado?

—Yo no huelo nada —dijo mientras se volvía hacia mí.

—¿Dónde están tus rastreadores? —pregunté ansiosa.

Cinco mujeres y tres hombres se levantaron de las mesas en las que se encontraban y sus rostros de concentración fueron suficientes para hacerme saber que estaban analizando el ambiente en busca del rastro del aberrante. Los ojos de Hugo y Dante se desenfocaron y el tiempo pareció detenerse.

—Los vigías no han detectado nada —dijo Hugo con la voz en calma.

Arrugué la frente con recelo y mis músculos se resintieron por la tensión. Me mordí el interior de la mejilla y Dante se volvió hacia los rastreadores en busca de respuestas, pero los lobos negaron con la cabeza.

—Oh, joder —refunfuñé mientras me separaba de la mesa y me dirigía hacia el exterior.

Me llevé las manos al jersey para quitármelo antes de transformarme, pero una mano me agarró para impedir que siguiese avanzando, lo que provocó que de mi pecho brotase un gruñido airado.

«¿Qué crees que haces?» —me preguntó Dante con seriedad.

—¿Qué haces tú? —respondí cabreada. No teníamos tiempo para aquellas estupideces—. ¡Suéltame!

—¡Lo tengo! —exclamó una de las rastreadoras.

La mujer cerró los ojos y se concentró en captar mejor el rastro, y cuando los lobos que había en la mesa en la que me sentaba me miraron con incredulidad, les dediqué una mirada que gritaba «os lo dije» en todos los idiomas. Los ojos de Dante se desenfocaron y los rastreadores se transformaron y desaparecieron a toda prisa. Víctor y Virginia comenzaron a dar órdenes para que los guerreros y los vigías reforzasen la seguridad y las fronteras del territorio, y Hugo y Dante se unieron al grupo de lobos que abandonaron el comedor en busca del aberrante.

«Quédate ahí» —me dijo el alfa con autoridad.

Me habría gustado ir tras ellos solo por llevarle la contraria, pero ambos sabíamos que en mi estado no sería más que un estorbo. Ceylán y los deltas se encargaron de dar la voz de alarma y yo me encaminé al exterior para olfatear mejor el ambiente.

—¿Cómo ha entrado sin que lo viesen los centinelas? —me preguntó Zoe con la voz teñida de preocupación.

—No lo sé, pero seguro que no tardarán en encontrarlo —dije mientras le daba un apretón en el brazo y trataba de tranquilizarla—. Siempre hay aberrantes y salvajes que se saltan las fronteras de los territorios. Muchas veces ni siquiera se dan cuenta y otras lo hacen por pura estupidez. Es algo con lo que lidian a menudo, así que no te preocupes.

La maldición del sol +18 (Completa)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant