45. Maldición

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Sabía que para Dante compartir aquella historia era algo muy doloroso. Podía verlo en su rostro, escucharlo en su voz y sentirlo en mi interior. Marcus le había hecho tanto daño a nuestra raza que era imposible no odiarlo, pero cuando tu vida estaba tan ligada a la suya como le ocurría a Dante y a su manada, todo se complicaba. Escuchar cómo había perdido la voz provocó que la furia que sentía hacia él aumentase en algún lugar de mi corazón, pero las palabras de Dante lograron distraerme.

«Llevo sobre la piel el recuerdo de su existencia. Cada vez que veo esas cicatrices no puedo pensar en otra cosa, es como una maldición».

Mi suspiro resonó en la tranquilidad de la cabaña y Dante se alejó. Me mordí un labio para ocultar la sonrisa que se quería formar en mis labios, pero no lo logré y me tuve que tapar la boca con una mano para esconderla.

¿Te estás riendo de mí? —me preguntó indignado.

¡No! —dije con rapidez—. Bueno, un poco sí. —El alfa arqueó una ceja incrédula—. Es que no puedo con la intensidad de esta manada, Dante, es algo involuntario. —Su rostro se deformó por el desconcierto y se me escapó una risilla al ver su expresión.

«No me puedo creer que te estés riendo de mí en este momento».

—No te enfades —pedí mientras posaba los brazos en su cuello para atraerlo hacia mí—. La cuestión es que lo has entendido todo mal desde el principio.

«¿Yo soy el que lo ha entendido mal?» —preguntó con una incredulidad que me hizo sonreír.

—No es una maldición, Dante, es todo lo contrario. Es un recordatorio del momento en el que decidiste ponerle fin al sufrimiento de tu manada y arriesgarlo todo para evitar que les siguiesen haciendo daño. Tus cicatrices son una muestra de tu valor y de tu fuerza, de que nunca va a haber nada que te importe más que el bienestar de tu gente.

Sus ojos se encontraron con los míos y brillaron con una emoción que me abrumó. El dolor que se recogía en su mirada se transformó en algo nuevo y puro y deslicé los dedos por las marcas que había dibujadas en su piel.

—¿Recuerdas cuando te dije que te admiraban y tu me dijiste que era su obligación porque eres el alfa? Tu manada no recuerda a Marcus cuando te ve, Dante. Ni tú ni estas cicatrices hacéis que revivan el sufrimiento que han tenido que soportar. ¿Crees que si fuese así seguirían a tu lado después de tantos años?

»Lo que ven es a la persona que decidió enfrentarse a alguien a quien todos temíamos para protegerlos. Ven al lobo que arriesgó la vida por sus hermanos y por todas las manadas que se encontraban en peligro, y ven al alfa que liberó a nuestra raza de uno de los episodios más oscuros de nuestra historia. Así que no, Dante, no es una maldición, es un regalo.

Sus iris brillaron con el color del oro y su mirada se enfocó en la mía con una intensidad que me cautivó. Dante cerró los ojos para controlar la humedad que se apoderó de ellos y las emociones que me transmitía a través del vínculo brillaron con una calidez que se propagó por todo mi cuerpo. Analicé su rostro con detenimiento y sonreí al apreciar las pecas que se extendían por la parte superior de sus mejillas. Dante suspiró y se movió para apoyar su frente en la mía con ternura.

La maldición del sol +18 (Completa)Onde histórias criam vida. Descubra agora