15. Problemas

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Me quedé anonadada al escuchar las ponzoñosas palabras que habían escapado de la boca del beta, que se transformó y echó a correr en la dirección opuesta. Una terrible quemazón se extendió por mis venas, arañando mi cuerpo desde dentro, y cerré los ojos para tratar de calmar el latido de mi corazón.

¿Es que todos los lobos de aquella manada eran unos gilipollas?

—¿África, estás bien? —preguntó una voz que me sobresaltó.

Al abrir los ojos vi que Ceylán salía de entre los árboles y caminaba hacia mí con gesto preocupado.

—¿Yo? Sí, ¿y tú? —pregunté con una confusión que se reflejó en el rostro del doctor.

—Me dijeron que tu corazón latía muy despacio y que viniese corriendo al río.

«Oh, joder».

—Lo siento, Ceylán, no pretendía armar tanto escándalo. Lo estaba haciendo a propósito para paliar el efecto del matalobos.

Sus ojos se deslizaron por mi cuerpo y el joven arqueó una ceja al ver que estaba mojada. Cuando su mirada se detuvo en el río, su rostro se tiñó de estupefacción y volvió a mirarme desconcertado.

—¿Estabas aguantando la respiración debajo del agua? —Asentí con la cabeza en respuesta—. ¿Por qué?

—Me relaja —dije sin más, provocando que me observase todavía más asombrado—. Me encontraba mal y sabía que en el agua iba a poder regular mis latidos con mayor facilidad, no pretendía causar una debacle —expliqué sintiéndome culpable.

Mis ojos se desviaron hacia el lugar por el que se había marchado el beta y me mordí el interior de la mejilla al recordar sus palabras y sentir el dolor que habían provocado en mi pecho.

—No se lo tengas en cuenta —me dijo acercándose un poco más a mí—. Hugo se preocupa mucho por el alfa.

«Estupendo, un bromance».

—Ceylán, lo último que necesito en este momento es un triángulo amoroso —dije con resignación, provocando que el joven se riese entre dientes.

—No, no lo digo en ese sentido. Han pasado por muchas cosas juntos y son como hermanos. Hugo daría la vida por el alfa y Dante haría lo mismo por él —explicó con un tono de voz que captó toda mi atención.

El joven me observó como si hubiese hablado de más, como hacía todo el mundo, y me di media vuelta para terminar de vestirme antes de sentarme en la hierba y meter los pies en el agua.

—¿Has comido? —preguntó con una calidez que casi me hizo llorar.

Negué con la cabeza y me apoyé en las rodillas sin ser capaz de mirarlo a la cara. Sentía que estaba al borde de un colapso nervioso y lo único que quería hacer era cerrar los ojos y fingir que estaba de vuelta en mi casa, tranquila y sin gente gritándome y ordenándome todo el tiempo.

La maldición del sol +18 (Completa)Where stories live. Discover now