57. Jeremías

5.4K 754 225
                                    

۰ • ❂ • ۰

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

۰ • ❂ • ۰

La había encontrado. ¡La había encontrado! Diosa, estaba que no cabía en mí de la alegría. Aquella mañana Ceylán y yo iríamos al bosque en busca de la euforbia, ya que por fin conocíamos su aspecto y dónde crecía. Al Consejo de la manada no le gustaba la idea, y mucho menos a Dante, pero si nuestros ancestros se habían esforzado tanto en ocultar la existencia de aquella planta, no iba a ser yo quien gritase a los cuatro vientos dónde encontrarla.

Dante había mejorado a lo largo de la noche y ya lograba mantenerse en pie, aunque no podía acompañarnos porque caminar era una tortura para él, lo que lo tenía de un humor de perros. Su capacidad de sanación había aumentado en las últimas horas y las pruebas mostraban que sus huesos soldaban a una velocidad vertiginosa, así que mientras nosotros estábamos fuera, el equipo de Ceylán le quitaría los hierros y las escayolas, algo que pareció aliviarlo un poco.

Los ojos de los presentes se desenfocaron antes de que abandonasen la estancia y nos dejasen solos.

—Muy sutil —le dije con sorna.

Dante se acercó y me observó para transmitirme con la mirada todo lo que no me podía decir con palabras. El alfa levantó una mano para acariciarme la mejilla y su rostro se inundó de dolor cuando recordó que todavía tenía los hierros puestos y no podía tocarme.

—No te entretengas por el camino —dije imitando su voz—. Cruza el bosque rápido, Caperucita, hay un lobo malvado acechando entre los árboles.

La mirada de Dante se suavizó y su expresión se iluminó con una pequeña sonrisa. Lo rodeé con los brazos para atraerlo hacia mí y el lobo volvió a ponerse serio y me dedicó otra mirada de alfa.

—Eres consciente de que soy una nómada que ha vivido en decenas de sitios y se ha enfrentado a cientos de peligros, ¿no?

Dante sonrió antes de juntar sus labios con los míos. El aleteo que vivía en mi vientre despertó de su letargo y tuve que reprimir un gemido cuando su lengua se entrelazó con la mía y avivó el fuego que habitaba en mi interior. Me separé de él y apoyé la frente contra la suya. Aquel no era el momento y ambos lo sabíamos. Sentí su mirada clavada en mi espalda mientras me dirigía a la salida y no me volví para mirarlo porque me sentía abrumada por mis propios sentimientos. ¿Estaba tan perdida como parecía?

«Peor» —confirmó la voz de mi cabeza, que me obligó a replantearme todos mis planes.

—África, ¿estás lista? —me preguntó Ceylán desde el pasillo.

El gamma llevaba todo lo que necesitábamos en una mochila y me tendió un abrigo para protegerme del frío que me invadió en cuanto nos subimos al cuatriciclo. El vehículo arrancó y a nuestro alrededor empezaron a correr varios guerreros de la manada en forma animal, preparados para atacar si nos encontrábamos con alguna amenaza. Aquella situación me recordó a mis tiempos de vivir en manada con mi familia y me invadió la memoria de un dolor tan vivo que me había dejado inutilizada durante días.

La maldición del sol +18 (Completa)Where stories live. Discover now