12. Celia

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Ceylán echó a correr como si temiese por su vida hacia el único edificio cuya función no me había explicado y yo me lancé tras él sin pensar en lo que estaba haciendo. Mi corazón se aceleró y mi respiración se volvió dolorosa al sentir que mi cuerpo no podía combatir el efecto del acónito que fluía por mis venas, lo que provocó que la ira se abriese paso en mi interior sin que pudiese hacer nada por evitarlo.

«¿No puedo correr ni diez metros?» —pensé enfadada conmigo misma.

—¡Ceylán! —gritó una mujer que acaparó toda mi atención.

El doctor se abrió paso entre los niños que había en el jardín de la casa hacia la que habíamos corrido y el olor a sangre me recibió en cuanto llegué a su altura.

—Nos estábamos preparando para irnos y se cayó —explicó la mujer con las manos ensangrentadas.

Ceylán se agachó para ponerse a su altura, permitiendo que viese que entre los brazos de la mujer había una niña llorando desconsoladamente. La sangre brotaba de su cráneo sin detenerse a pesar de la tela que le habían puesto sobre la herida para detener la hemorragia, y las lágrimas se deslizaban por sus mejillas, abriéndose paso entre la tierra y el polvo que las cubría.

—Tranquila, Celia, ya verás como esto se te cura en un santiamén —le dijo Ceylán con voz suave—. Vamos a la enfermería para que-

—¡No! —gritó la niña con angustia.

—No te preocupes, Celia, solo será un momento.

—¡No quiero ir! —exclamó haciendo un movimiento brusco que provocó que su llanto aumentase.

—Hola —dije con voz suave mientras hacía un gesto con la mano para llamar su atención.

La niña me observó con confusión al no saber quién era y sus gemidos parecieron calmarse al distraerse analizando mi rostro.

—Me llamo África —dije con una sonrisa mientras me acercaba a ella.

—¿África?

—¿Cómo el continente? —dijo otro niño que me observaba con curiosidad.

—Sí —respondí con una sonrisa—, como el continente. Yo también estoy enferma —dije mirando a Celia y señalando la marca que había dejado la vía en mi mano—. Necesito ir a la enfermería para que me den medicinas que me ayuden a curarme. ¿Quieres que vayamos juntas?

La niña pareció dudar durante unos segundos, pero asintió con la cabeza antes de dedicarme una ligera sonrisa. El alivio se apoderó de los rostros de Ceylán y de la mujer que sostenía a la niña y me volví hacia la entrada al escuchar que habían llegado dos lobos montados en quads.

Mi nariz se arrugó al percibir el rastro de Dante y traté de encontrar su posición con cierto disimulo. Mis ojos se encontraron con su espalda al ver que se daba la vuelta y se iba, y me sentí muy aliviada por no tener que lidiar con él en aquel momento.

La maldición del sol +18 (Completa)Where stories live. Discover now