65. Muerte

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El pánico se extendió por mi cuerpo y no logré detener los atropellados pensamientos que se apoderaron de mi mente. Mis músculos dejaron de responder a mis demandas y mi cerebro se desconectó para centrarse en analizar todo lo que había ocurrido en las últimas semanas. Percibí el cambio que se produjo en el ambiente y los sonidos se convirtieron en una amalgama amortiguada en la que no logré distinguir nada.

«Reina».

El eco de la voz de Dante me sacó del hechizo y parpadeé para deshacerme de la conmoción que me mantenía presa bajo sus garras. Mi mirada se encontró con el desconcierto del Consejo de la manada y me llevé una mano a la frente en un intento por aclarar mis pensamientos.

—Aquella noche en el callejón... —susurré—. Los aberrantes no necesitaban adentrarse en el pueblo para morder a alguien y tener más lobos de colmillo en sus filas.

—Tienes razón —coincidió Virginia—. No hacen falta tres lobos para transformar a una humana en una callejuela apartada.

—Además llevaban el maletín cargado con matalobos.

—¿Entonces qué es lo que buscaban? —preguntó Víctor con el rostro serio.

—No es el qué, sino a quién —dije con voz grave—. Aquella noche, como cada sábado, Marcial se encontraba en el Aurora. La chica del callejón se cruzó en su camino y les estropeó los planes, pero su objetivo era él.

Marcial, el jefe de policía del pueblo, un lobo y mi amigo.

Marcial, el antiguo alfa de la Manada del Valle, quien acogió a mis hermanos y ayudó a los miembros de la manada de Dante tras la muerte de Marcus.

Marcial, uno de los principales motivos por el que los aberrantes lo habían perdido todo.

Mi conmoción se reflejó en los rostros de mis acompañantes, que palidecieron mientras meditaban sobre mis palabras. En aquel momento todo tuvo sentido. Sus visitas a nuestro territorio no buscaban inspeccionar nuestra defensas, sino distraernos para que tanto Emil como nosotros pensásemos que su objetivo era la Manada de las Montañas Nevadas. También comprendí por qué solo habían enviado a seis aberrantes a atacarnos, condenándolos a morir bajo la furia de toda una manada.

Estaba segura de que ni siquiera pretendían atacar al alfa, pero Dante se había encontrado en el lugar y en el momento menos oportunos. Que me hubiesen inyectado el acónito en el callejón no había sido más que un mero infortunio. Los aberrantes percibieron que era el astro de Dante por la actitud del lobo, y como no podían usarlo para matar a Marcial, decidieron inyectármelo a mí para dañar al otro alfa que era objeto de su venganza.

Llevamos las manos a los teléfonos al mismo tiempo. El beta se encargó de llamar a Emil, Dante marcó el número de Nekane y le tendió el teléfono a Víctor, Virginia llamó a Adela, la sanadora de la manada, y yo traté de contactar con Zoe. Cerré los ojos mientras escuchaba los acelerados latidos de nuestros corazones, y cuando los tonos de las llamadas se detuvieron porque ninguno recibió una respuesta, intercambiamos miradas de pánico y nos levantamos a toda prisa.

La maldición del sol +18 (Completa)Where stories live. Discover now