53. Decisiones

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Llevaba tres horas despierta y habían pasado veinte desde el ataque. Dante seguía inconsciente y su estado no parecía mejorar. El alfa había perdido mucha sangre. Sus órganos internos estaban dañados, tenía los huesos rotos y el organismo débil. Su cuerpo no se curaba a la velocidad necesaria para combatir las hemorragias, y a pesar de que apreciábamos el esfuerzo que hacía Ceylán para recordarnos que su estado estable era una buena señal, la intranquilidad no abandonó nuestros corazones.

La madre de Dante se quedó dormida en una de las butacas, agotada por el cansancio que le provocó su propio llanto, y aunque Javier intentaba mantener la calma por el bien de todos nosotros, el temor que se escondía en sus ojos lo delataba. Hugo se mantenía junto al alfa como un árbol enraizado al suelo. De vez en cuando salía del cuarto para lidiar con los asuntos de la manada y liberar un poco de frustración, aunque de haber podido elegir, no se habría separado de Dante ni un segundo.

Virginia y Víctor se encargaban de lidiar con los vigías y las patrullas para averiguar cómo habían entrado cinco aberrantes en nuestro territorio sin que nadie se diese cuenta. Ambos regresaban cada media hora para comprobar si se había producido algún cambio, algo de lo que habrían sido informados mediante el vínculo de la manada, pero me daba la sensación de que se sentían mejor cuando estaban en el cuarto junto a Dante. A mí me ocurría lo mismo.

Ceylán, por irónico que pareciese, era quien más tiempo pasaba fuera. Él y su equipo seguían investigando el acónito de los aberrantes de Marcus para preparar un antídoto con el que aliviar los síntomas. Ya habían descifrado la mayor parte de no sé qué estructuras y composiciones, pero necesitaban más tiempo para dar con la fórmula exacta. Como si no tuviesen bastante trabajo, también se encargaban de analizar los cadáveres de los intrusos, pues nos resultaba extraño que hubiesen cruzado la frontera sin alertar a ningún lobo de la manada. Hugo y Víctor confesaron que habían olido la sangre y seguido mi rastro, pero que a los aberrantes no los habían percibido hasta que se encontraron prácticamente a su lado, y yo también tuve dificultades para rastrearlos hasta el bosque.

Virginia entró en el cuarto con la mirada apagada y el rostro serio, y tras dedicarle unos segundos a comprobar el estado de Dante, se acercó a mí para entregarme el libro que le había pedido. Me levanté para cogerlo y moverme un poco, ya que me estaba quedando rígida por pasar tanto tiempo sin moverme, pero un latigazo de dolor provocó que todo se volviese blanco a mi alrededor. Una ligera brisa me rozó la piel cuando me fallaron las piernas y me habría caído al suelo de no ser por Hugo, que me agarró por la cintura y envió una nueva oleada de dolor por mi cuerpo.

—No deberías estar levantada —me dijo con voz suave.

—África necesitas descansar, tus heridas no han sanado en lo más mínimo —dijo Ceylán mientras entraba en la estancia y me observaba con desaprobación—. Y has empezado a sangrar de nuevo.

La maldición del sol +18 (Completa)Where stories live. Discover now