El fin

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El sonido de mi pulso me taladraba los tímpanos y mi corazón latía con fuerza contra mis costillas. El frío del agua provocó que sintiese cientos de agujas que se me clavaban en la piel y me helaban de dentro hacia fuera, y mi mente parecía haber perdido el control sobre mi cuerpo. Mi pies tocaron las rocas que había en el fondo del río y me enderecé para estabilizarme sobre ellas y lograr salir a la superficie.

La angustia que se apoderó de mi interior desapareció en cuanto sentí que mis pulmones se inundaban de aire y mi pecho se llenó de cálida sensación de libertad. Sonreí en cuanto sentí la caricia de los rayos del sol sobre la piel y me estiré en el agua antes de cerrar los ojos para apreciar con mayor detalle las sensaciones que invadían mis sentidos.

El sonido de la musical risa de Zoe llegó a mí desde la lejanía y sonreí al recordar el momento en el que se había olvidado el traje de baño. La brisa se coló entre las copas de los árboles y trajo consigo un aroma natural que alivió el pinchazo de dolor que sentí en cuanto fui consciente de que ya no volvería a ver a mi amiga reírse de aquella manera, aunque me aseguraría de que mis recuerdos nunca olvidasen el sonido de su felicidad.

La corriente me llevó hasta el otro lado del río y me agarré a una de las rocas que había en su cauce para impulsarme y llegar a la orilla. Sonreí tras sentir que la hierba me hacía cosquillas en los pies y me apresuré a enroscarme en la toalla antes de encaminarme hacia el Discovery. Sentí un pinchazo doloroso cuando recordé a Dante y negué con la cabeza antes de encender la radio y arrancar para dejar de pensar en las miles de cosas que me oprimían la mente en aquel momento.

Canté a pleno pulmón de camino a casa, y cuando me senté en el porche trasero de mi pequeña cabaña para tomar un café, solté un suspiro de alivio. No comprendí lo mucho que echaba de menos estar sola hasta que regresé a mi hogar, y dejé que la paz del bosque me envolviese en su abrazo y me alejase de las manadas, de la responsabilidad, de la sensación de pérdida y de todas las emociones negativas que la acompañaban.

Cuando abrí los ojos descubrí que el sol estaba cada vez más cerca de la línea del horizonte y me levanté para lavar la taza y colocar el libro que tenía entre las manos en la estantería. Me vestí para protegerme de la bajada de temperatura que traería la noche y cogí la bolsa de viaje que tenía sobre la cama antes de abandonar la cabaña.

El motor del Discovery resonó en la tranquilidad del bosque y me incorporé a la carretera mientras cambiaba de emisora. El sonido de un claxon me sobresaltó y me volví hacia el coche que había en el carril contrario para encontrarme con los sonrientes rostros de Rosa y Caballero. Los saludé con alegría antes de que desapareciesen de mi campo de visión y seguí la carretera de salida del valle con una cálida sensación brillando en mi pecho.

Cuando llegué al final del camino de tierra por el que me había desviado vi que varios rostros se volvían para saludarme, y en cuanto salí del coche, sentí unos cálidos brazos a mi alrededor. Adrián me dio un apretón antes de separarse de mí y aproveché para revolverle el pelo como hacía cuando era pequeño.

La maldición del sol +18 (Completa)Where stories live. Discover now