58. Urgencia

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Me topé con la mirada cargada de odio que me dedicó Jeremías mientras intentaba inmovilizarme contra el suelo, pero el lobo fue demasiado lento y sus patas chocaron contra la hierba. Mi adversario necesitó un segundo para comprender que me había escabullido, lo que permitió que hundiese los dientes en uno de sus muslos. El lobo gruñó con ira y levantó las patas para librarse de mí. Sus garras me atravesaron la piel y me vi obligada a soltarlo con un quejido.

Jeremías me embistió con una potencia para la que no estaba preparada y me caí al suelo mientras me clavaba las garras en las patas traseras y me marcaba el lomo con los dientes. El gemido que brotó de mi pecho no fue nada en comparación con el gruñido que emitió él cuando me levanté y hundí las garras en su costado, lo que provocó que la sangre se deslizase por su pelaje gris. Los iris de Jeremías brillaron con una rabia que no igualó a la que sentí cuando se atrevió a retar al alfa en aquel estado, y hundí los colmillos en su carne con inquina.

Me alejé de él para permitir que se levantase, pues no quería rematarlo tan pronto, y esperé a que se recuperase. El lobo intentó atacarme de nuevo y arrugué el hocico para mostrarle los colmillos a modo de advertencia. Jeremías se lanzó contra mí con una furia que me sorprendió. Había algo más detrás de aquella actitud arrogante, algo que motivaba la ira que nublaba sus pensamientos y que escapaba a mi comprensión.

El lobo saltó para abalanzarse sobre mí y sus ojos se llenaron de temor cuando descubrió que yo había hecho lo mismo. Mi cuerpo colisionó contra el suyo y emití un gemido de dolor que me delató. Clavé las garras en su lomo para asegurarme de que mi cuerpo quedaba sobre el suyo y Jeremías intentó morderme para liberarse. Me moví para desgarrar su pecho y el aullido de angustia que emitió resonó en el silencio del claro.

El gruñido que emití lo sobresaltó y el lobo pegó las orejas a la cabeza en una muestra de sumisión que ya no significaba nada. Jeremías se movió en un intento por aliviar el dolor y le clavé los dientes en una pata antes de hundir las garras en su cuello. La sangre brotó de la herida y tiñó su pelaje y la hierba sobre la que nos encontrábamos. Emití otro gruñido y el lobo se quedó inmóvil y gimió para demostrar que reconocía el poder que tenía sobre él.

Arrugué el hocico y le mostré los dientes mientras me acercaba a su cuello y apretaba las garras contra su carne para demostrar quién estaba al mando. El lobo cerró los ojos cuando mis colmillos se acercaron a su pulso, y tras varios segundos, me alejé de él. Los corazones de los presentes se llenaron de confusión, y cuando emití un gruñido gutural, Jeremías abrió los ojos. El lobo me observó desorientado antes de ponerse en pie y agacharse para mostrar sumisión.

Me acerqué para mostrarle los colmillos con un ruido de protesta y el lobo se encogió, metió el rabo entre las piernas y bajó la cabeza y las orejas. Su confusión aumentó cuando vio que me alejaba y caminaba hacia el resto del grupo y Jeremías se dejó caer en el suelo, incapaz de aguantar más tiempo de pie. Hugo me cubrió con una manta y emití un sonido de agradecimiento mientras iniciaba el cambio.

La maldición del sol +18 (Completa)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon