Capítulo veintiocho

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Un olor a tostadas y café hicieron que Nagisa se removiera en su cama, abrió lentamente sus ojos, acostumbrándose a la poca luz que se filtraba por las cortinas. Trató de enderezar su cuerpo sobre la cama, pero un fuerte dolor en la cabeza se lo impidió.

Tenía una resaca del demonio.

Volvió a recostar su cabeza en la almohada. Volteó en dirección a su mesita de noche, encontrando un vaso de agua y una aspirina. Se la tomó en seguida y por suerte esta no tardó en hacer efecto.

Una vez su dolor de cabeza se calmó y pudo pensar con claridad. Se preguntó lo que debería haber preguntado desde que despertó: ¿Quién le dejó esa aspirina en su mesita? ¿Y quién estaba en su cocina?

Los recuerdos de la noche anterior le dieron una cachetada; las cervezas que se tomó, las veces que intentó llamar a Sugino, cuando Karma llegó...

Karma...

—Mierda... — se cubrió la boca. —mierda, mierda. No, no pasó.

Pero sí pasó, aunque intentara negarlo, no servía de nada.

—¿Ahora qué hago? —  la angustia y culpa no lo dejaban pensar.

Finalmente se armó de valor y decidió salir de su cuarto, avanzando con los pies arrastrados por el suelo. Vio al pelirrojo dejando un plato en la mesa y este se percató al instante de si presencia.

— Ah, Nagisa, despertaste. Creí que dormirías otro rato.— se puso algo rígido.

—Karma...

—Anoche tomaste mucho, ¿tienes resaca?, ¿te tomaste la aspirina que te dejé?

—Sí, pero...

—Te hice desayuno. Algo simple, pero cómeño cuando te sientas mejor. — pasó por un lado del mayor y tomó su mochila. — Ya me tengo que ir, no les avisé a mis padres que salí en la noche y tengo que llegar lo antes posible.

—Karma...— insistió Nagisa, sin moverse de donde estaba.

—Me van a matar si se enteran.- se puso los zapatos en la entrada y se levantó. — Bueno, descansa.— estaba com una mano en la manija de la puerta a punto de salir. — Hablamos otro...

—¡Karma!— el mayor pegó un grito que hizo al interpelado frenar toda acción, quedando con la vista en la puerta.— Tenemos que hablar y lo sabes.

Sin decir nada, el pelirrojo dio media vuelta y se recostó en la puerta, con la mirada baja y totalmente derrotado por no haber podido escapar a tiempo.

—Lo que... pasó anoche.— suavizó su voz, buscando las palabras correctas.— Yo estaba muy borracho, también estaba triste y... no sé en que estaba pensando.— se llevó una mano a la frente. — Lo siento, por todo: por haberte mandado esos mensajes, por dejar que me vieras en ese estado y...

—Ya está, no sigas.

—Lo siento si... hice o dije cosas que te confundieran...—ignoró las palabras de Akabane.—... nada de esto es tu culpa, era mi responsabilidad poner límites y nunca lo hice, no pensé que podrías malinterpretarlo.

—Me besaste.— soltó en seco.— Anoche me besaste.

—Y fue un error. Lo siento tanto Karma. Siempre has sido importante para mí y te tengo un gran cariño. Pero mo quiero que te sigas haciendo ilusiones por ese beso.

—Es que ya están. Esas ilusiones llevan mucho tiempo conmigo. —dijo ahora más firme. — Lo que dije ayer fue en serio. Me gustas, Nagisa. Desde hace mucho tiempo.

De aquí a unos años más ||Karmagisa||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora