Capítulo veintitrés

1.5K 215 92
                                    

Una nube de polvo salió del armario en cuanto Nagisa sacó la bolsa de gran tamaño y se esparció en su cara, introduciéndose en sus ojos, nariz y boca. Dejó caer la bolsa y comenzó a toser y frotar sus ojos. Una vez el polvo abandonó su organismo, se dedicó a abrir la bolsa y sacar el árbol de navidad. 

Miró su reloj; Karma aun no llegaba y ya iba una hora de retraso a la que solía llegar. De inmediato pensó que probablemente lo castigaron por alguna travesura y tardaría en llegar, por lo que no le dio importancia. 

Se subió a una silla para sacar la caja donde guardaba los adornos, las cuales estaban en la repisa más alta. Sacó la primera a su alcance y se sentó para revisarla, y antes de si quiera abrirla, se dio cuenta de que esa caja no era la de decoración. Hizo una mueca, pensando en si abrirla o no, finalmente lo hizo.

Fue entonces cuando los recuerdos de casi cuatro años de relación escondidos en el armario durante meses lo atacaron. Fotos, dibujos, cartas de amor y flores secas se encontraban revueltas en su interior. Tomó una de las cartas con la inconfundible caligrafía de Sugino y leyó una parte al azar.

Gracias por ayudarme a romper mis cadenas una por una. Algún día, me desharé de todas y seré tan valiente como tú; hasta entonces, por favor permíteme amarte como un cobarde.

Esa cartita fue entregada hace poco menos de dos años. En ese entonces no entendía a qué se refería y seguía sin estar muy seguro. Lo único que sabía, es que no logró romper todas las cadenas que Sugino decía poseer.

El sonido del timbre hizo que pegara un salto del susto, de inmediato guardó la carta en la caja y puso esta en la parte baja del armario. Abrió la puerta y, como imaginó, era Karma.

— Hola Nagisa.— saludó con una sonrisa.

—Hola. Por un minuto creí que ya no vendrías.—comentó con una sonrisa y lo dejó pasar.

— Me tocó ayudar a decorar el salón después de clases.— dejó su mochila en el sofá.— Perdón por hacerte esperar.

— No te preocupes. ¿Quieres leche?— Karma asintió.— Iré por ella. Mientras tanto saca las cajas con los adornos, están arriba.— apuntó el armario y se adentró a la cocina.

Karma hizo caso y se dirigió hacia el armario, vio la silla y la apartó con una risa divertida. Él no necesitaba un silla para alcanzar la repisa de arriba.

—Enano...

—¿Dijiste algo?— preguntó Shiota desde la cocina.

—No, nada.— extendió sus manos y empezó a tantear la repisa hasta dar con la caja.

Nagisa, quien llegó con los vasos y los dejó en la mesa, vio al mayor y se percató de un vendaje que tenía en la mano izquierda.

—¿Qué te pasó en la mano?

— Oh, un accidente nada más, pero no es grave.— bajó con cuidado la caja y la dejó en el suelo.

—Mhmn...—sin decir nada, el mayor tomó la mano vendada de Akabane y la observó con detenimiento.— Al menos la curación se ve bien hecha.

—Sí, lo está...

Para Nagisa hubiera sido muy irrelevante esa respuesta de no ser por la sonrisa que esbozó Akabane después de decir eso. 

— ¿Te la hiciste tú?

—No, sabes que no soy bueno en eso.— tomó un vaso de leche y bebió de él.— Fue un amigo.

—Ah, bueno...— hubo un momento de silencio.— ¿Armamos el árbol ahora?

—Claro.

Mientras Nagisa arreglaba las ramas del árbol, Karma elegía qué adornos usar este año. Sacó unas guirnaldas y pensó en que eran muy parecidas a las que colgó en el salón.

De aquí a unos años más ||Karmagisa||Where stories live. Discover now