Capítulo veintiséis

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Ya era 24 de diciembre. La nieve cubría las calles, al igual que las luces y los adornos navideños. La gente para variar se agromeraba en las tiendas a último momento para comprar los regalos pendientes. Por suerte Karma no estaba metido en ese montón de personas, pues como siempre era precavido y compró los regalos anticipadamente, por lo qie ahora se estaba encargando de envolverlos.

Para su suerte (o al menos así lo veía él), no tenía una familia grande, así que el estrés de no saber qué regalar no era mayor; él conocía a su gente. Era muy simple, relamente: un regalo para su madre, uno para su padre y, por supuesto, uno para Nagisa.

No se hizo tanto lío pensando en qué regalarle como para su cumpleaños. Recordó una vez que paseaban y al mayor le llamó la atención una pulsera de piedras que ya ni recuerda cómo se llaman, pero Nagisa le había explicado todo sobre el significado y las energías que poseía esa piedra en aquel momento. Bueno, compró esa pulsera.

Terminó su trabajo, dejó los tres regalos a un lado del escritorio y apoyó sus codos en éste, mirando por la ventana.

Su momento de paz se truncó en cuanto el tono de llamada de su teléfono rompió con el silencio de su habitación. Lo tomó como si nada y vio el nombre de Isogai en el identificador de llamadas. Se enderezó en la silla rápidamente aun con la vista en la pantalla. Sin quererlo se puso un poco nervioso.

Pongámoslo de esta forma: después de aquella escenita en la enfermería digna de drama romántico, empezó a frecuentar con Yuuma más seguido. De vez en cuando pasaban los recesos juntos, lo acompañaba a dejar papeles del consejo estudiantil cuando le qiedaba de paso, incluso tenían salidas después de la escuela (salidas de amigos, por supuesto) cuando a Yuuma no le tocaba trabajar.

Nada de eso era la gran cosa, pero pasar más tiempo con el azabache le hizo conocerlo otro poco: desde cosas tan banales como su sabor favorito de helado hasta aspectos más privados de su vida como cual de sus hermanos era el que lo volvería loco primero o cómo estaba su madre de salud. Incluso notó facetas de él que no mostraba en la escuela. Y eso le gustaba, le hacía ver más humano, por decirlo de alguna forma y no como el ikemen que solía ser frente al resto de sus compañeros y profesores.

Carraspeó su garganta y atendió la llamada del azabache.

— Mhn... ¿Hola?

— Karma, hola. Soy Yuuma. ¿Cómo has estado?— habló el azabache desde la otra línea.

— Bien, sí. ¿Y tú?

— Bien. Quería...

— ¡Yuuma, Ayame es muy mala! ¡La odio!— la voz de un niño lloriqueando de manera muy escandalosa se abrió paso en la llamada.

Isogai intentó tapar el auricular con su mano para que el pelirrojo no escuchara el ruido.

— ¿Qué pasó? — su hermana anteriormente interpelada apareció detrás de Haru.— ¿Que le dijiste, Ayame?

— ¡Dijo que... Iba a q-quemar mi regalo para... para la chimenea! —soltó el menor con dificultad por los sollozos que dejaba escapar entre medio.

— ¿Por qué dijiste eso? — se dirigió el mayor a su hermana. — Discúlpate.— la menor hizo un marcado gesto de negación con la cabeza.

— ¡Santa te traerá carbón por malvada!— volvió a gritar el más pequeño.

— Santa no existe, tonto.— y ese fue el culmine para que los llantos y gritos de Haru se hicieran aun más estruendosos y que terminara con él corriendo dramáticamente hacia otro lado de la casa, siendo perseguido por su hermana, quien quería seguir destruyendo su tierna infancia.

Isogai volvió rápidamente a poner el auricular del teléfono en su oreja.

— ¡Lo siento, Karma! ¿Sigues ahí?—preguntó con la vergüenza a flor de piel.

— Sí... Sigo aquí. — respondió él con las risas ahogadas.— Veo que tus hermanos son un caso.

— Lo siento, de verdad. Solo están agitados porque mañana es navidad.

— Tranquilo, lo comprendo. Debe ser duro ser el mayor. En estos momentos agradezco ser hijo único. — bromeó para tranquilizar un poco a su compañero.

Yuuma suspiró bastante fuerte y se llevó una mano al rostro, dejando escapar una pequeña risita.

— Bueno, te llamé porque... — empezó a enrollar el cordón del teléfono en su dedo índice. — ... ¿Podríamos vernos mañana un rato?— Karma no emitió sonido alguno por unos segundos.— Solo si no tienes algo que hacer, claro.

Una risilla se escuchó desde la línea del pelirrojo.

— Claro, ¿por qué no? ¿A las tres estaría bien?

— ¡Sí, está perfecto! — ciertamente no controló su emoción en ese momento. — Ejem... ¿En el parque cerca de la escuela?

— Me parece bien. Entonces nos vemos.

— Sí, nos vemos. Adiós. — colgó la llamada con una sonrisa de oreja a ojera en el rostro. Estaba tan feliz que no había notado la presencia de su otra hermana a un lado.

— ¿A quién verás mañana?— preguntó una curiosa Haruka. Haciendo sobresaltar a su hermano.

— Es... de mala educación meterse en conversaciones ajenas.

Como buena hermana chismosa prepuber de once años, Haruka le sonrió maliciosa y se dio media vuelta en dirección a su cuarto. No sin antes gritar a todo pulmón para que se escuchara en cada rincón de la casa:

— ¡Mamá, Yuuma tiene novio!

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Estoy nerviosa de escribir los proximos dos capítulos, solo dire eso.

De aquí a unos años más ||Karmagisa||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora