Capítulo treinta y dos

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Según el reloj de la pared, faltaban cinco minutos para el fin de esa clase, aunque al profesor pareciera no importarle, ya que seguía dictando sin parar, como si estuviera en una batalla de gallos o algo así. Por lo mismo estaban casi todos los alumnos pegados al cuaderno anotando lo máximo posible. Por supuesto habían excepciones, un ejemplo estaba en el rincón de la parte del fondo de la sala.

Sugaya le indicaba con señas a sus dos amigos más o menos las instrucciones, con una sonrisa que no le daba buena vibra a nadie. Por otro lado, un nerviosísimo Maehara movía su pie inconscientemente y se maldecía a él y a su bocota.

El timbre se hizo paso en el lugar y el maestro detuvo su dictado, le indicó a los jóvenes que podían retirarse y ordenó sus pertenencias, para irse también.

Isogai cerró su cuaderno y empezó a guardar sus lápices en el estuche con toda la calma del mundo. Levantó la mirada cuando sintió dos presencias a  su lado, eran Karma y Nakamura, quien traía al primero del brazo.

—Te lo robaré por este receso.— comentó la rubia, con voz juguetona, refiriéndose a Akabane.

Yuuma simplemente le respondió con una sonrisa y vio como sus compañeros abandonaban el salón, al igual que el resto.

—Sugaya, por favor, no lo hagas.— susurró Hiroto al de cabellos grises. — Lo que dije... la verdad no estoy tan seguro, mejor olvidémonos de él y...

—A ver, a ver. —  lo detuvo en seco y lo miró reacio. — ¿Lo estás defendiendo? No ve vengas con burradas.

—Solo vámonos, por favor. Isogai no te ha hecho nada.

—Joder Hiroto, de verdad lo estás defendiendo. ¿Acaso estás enamorado del putito? ¿Eres un marica también? Ve y dale un beso entonces.

—¡No lo soy!

—¡Entonces cállate!—se acercó al azabache y posó una mano en su hombro, haciéndolo sobresaltar.

—¡Hey, Isogai-kun! Que bueno que te pillo solo. Justamente queríamos hablar contigo.—hizo alusión a sus tres acompañantes.

Eso fue una luz roja instantánea para Isogai. Tenía que salir ahora de ahí.

—Lo siento, Sugaya-kun. Ahora tengo que ir a entregar unos documentos.— se levantó de su silla.— Estoy apurado.

Antes de poder hacerlo a un lado y avanzar, el de pelo grisáceo lo tomó por la parte trasera del cuello, haciéndolo congelarse.

—Creo que no me entendiste.— le susurró en el oído, provocando que se estremeciera. — Vamos a hablar, no te estoy preguntando. Así que no irás a ningún lado, pequeño marica.

Tragó saliva, mientras veía marcharse a sus otros compañeros uno por uno. Si alguno mostraba indicios de querer quedarse, los amigos de Sosuke los ahuyentaban con las pura mirada. Una vez estuvo todo vacío, el de mirada afilada los soltó.

—Cierren la puerta.

Estaba asustado, pero no debía mostrarse intimidado por su compañero, intentó controlar los temblores en sus piernas y se mantuvo inexpresivo.

—¿Qué quieres?— preguntó sereno pero firme.

—Uy, Isogai-kun. Esa no es forma de hablarle a alguien. —mencionó con burla. —Un ikemen siempre es amable.

—Solo dime qué quieres.

Dejó su sonrisa burlona y lo miró con seriedad.

—Un pajarito me contó que estás muy a gusto rondando a alguien... A Akabane, para ser más exactos.

De aquí a unos años más ||Karmagisa||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora