Capítulo tres

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Ahora Karma tenía diez años; podía levantarse y arreglarse solo por las mañanas, se preparaba su desayuno sin inconvenientes; también podía irse solo hasta la escuela, pero prefería que Nagisa lo acompañase para pasar un rato con él en las mañanas.

Sus padres ahora hacían viajes de negocios de hasta un mes, por lo que tuvo que acostumbrarse a dormir solo, ya que Nagisa no podía cuidarlo a cada momento; pues a veces tenía que quedarse hasta tarde en la escuela, estudiar, o simplemente quería pasar el tiempo con sus amigos.

La pareja había considerado contratar a una niñera de tiempo completo, pero Karma se negó rotundamente, diciendo "No quiero que nadie me cuide además de Nagisa".

Por otro lado, Nagisa estaba dispuesto a ayudarles en todo lo posible. Le había tomado mucho cariño al pelirrojo y se sentía algo mal por él. Aunque Karma no lo dijera, era obvio lo mucho que le afectaba estar tanto tiempo lejos de sus padres; se le encogía el corazón cuando veía el cambio de expresión en el rostro del pequeño cada vez que sus padres se iban de viaje. Por eso, trataba de hacerlo sonreír todo el tiempo y dejarlo solo el menor tiempo posible.

— Muero de hambre— habló el pequeño pelirrojo.

— En seguida prepararé la cena, no te preocupes.— Shiota entró junto al niño a la casa de éste.

— Te ayudaré. Soy un gran cocinero.— dijo con orgullo.

Nagisa rió ante su comentario, pero luego se quedó mirándolo un rato, cómo sí lo analizara.

—¿Hoy tuviste educación física, cierto?

—Sí.

—¿Te bañaste en la escuela?

—Claro que no, ¿Sabes cuántos niños debieron haber pasado por esas duchas? Qué asco.— Nagisa rió ante el comentario del infante y le dio unas palmaditas en la espalda.

—Anda a bañarte.

—Uf, bien.— soltó en un bufido cansado, mientras se dirigía de mala gana al baño.

Nagisa se limitó a reír, para luego disponerse a preparar la cena. Pasó un buen rato y el teléfono de la casa sonó; Shiota fue a contestar y se dió cuenta de que era la madre de Karma.

Hablaron un rato sobre él, su madre y el trabajo de los Akabane.

—¿Cómo está Karma? Quisiera hablar con él.— habló la mujer, para poder hablar un rato con su hijo, como hacía todos los días.

— Ahora se está bañando.

— Ya veo, entonces llamaré más tarde.— dijo del otro lado de la línea.— Ah, pero... Me alivia que hayas contestado tú. Tengo que decirte algo.

—¿Qué ocurre?— preguntó algo temeroso, temiendo lo que iba a decir.

— Verás... Tuvimos algunos problemas en el trabajo, y tendremos que quedarnos otras dos semanas.— dijo ella con pesar.— Sé que tienes que ocuparte de tus estudios, pero...

— No se preocupe, yo me ocuparé de Karma. Ustedes quédense tranquilos.— dijo en un tono comprensivo.

—Muchas gracias, Nagisa-kun. Llamaré en un rato para hablar con Karma. Hasta luego.

—Adiós.— cuando cortó la llamada, dejó escapar un suspiro. Ahora tendría que decile al pelirrojo que tendría que esperar otras dos semanas para ver a sus padres y no dos días cómo se esperaba.

El ruido de unos pasos apresurados llamaron la atención del peli-celeste, al voltear pudo ver el cuerpo de Karma alejarse hacia el segundo piso; segundos después, oyó un fuerte portazo. Al borde de las escalera se encontraba una toalla tirada en el piso.

— Oh no.— musitó el mayor, sabiendo que el pelirrojo había estado escuchando.

Subió al segundo piso y entró silencioso al cuarto del pequeño.

—¿Karma?— el nombrado estaba recostado en su cama, dándole la espalda a Shiota.— ¿Estás bien?— no obtuvo respuesta.

— Ellos no llegarán, ¿Cierto?— preguntó con un tono monótono y sin ánimo.

—Bueno... No llegarán tan pronto como creíamos.— respondió nervioso.— Tuvieron algunos inconvenientes; vendrán dentro de dos semanas. El tiempo pasa volando. No te darás ni cuenta y ellos estarán aquí.

— Pero... ¿Nunca dejará de ser así?

—¿Así cómo?

— Cada vez pasan menos tiempo en casa. ¿Es mi culpa?

—¡No! Karma, no tiene que ver contigo.— Nagisa se sentó junto a Karma y le acarició el brazo.— Es un tema de su trabajo.

—Estoy harto de que las cosas sean así. Sé que es su trabajo, pero a veces desearía que...— la voz del niño se quebró.

A pesar de estar dándole la espalda y tener la cara enterrada en su almohada, Nagisa sabía perfectamente que Karma estaba llorando.

No tenía idea de qué hacer. Nunca había visto a Karma tan triste como para llegar al punto de llorar. Pero es un niño después de todo, es normal que extrañe a sus padres.

Sin tener mucha idea, se acostó al lado de Akabane y empezó a acariciarle el cabello como consuelo; aún lo tenía húmedo por el baño, pero eso no debía ser importante para el menor en ese instante.

— Ellos te aman. ¿Lo sabes, no?— recibió un vago asentimiento.— No pueden dejar de trabajar, es de lo que viven. Pero tú siempre estarás presente en sus vidas.

—No quiero.— sacó su rostro de la almohada.— No quiero estar solo.

—Me tienes a mí. No te dejaré solo.— prometió peligrosamente.

Karma se dio vuelta en la cama y abrazó algo cohibido al peli-celeste.

—De aquí a unos años más, ¿seguirás a mi lado?

Shiota dudó un poco de qué responderle al niño. Sabía que no debía prometer cosas que no estaba seguro de poder cumplir, pero también sabía que tal vez debía decirle lo que quería escuchar.

—Sí, seguiré a tu lado, Karma.— y una sonrisa afloró en el rostro del pelirrojo.

Por el momento, había dicho lo correcto.


De aquí a unos años más ||Karmagisa||Where stories live. Discover now