Capítulo uno

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Nagisa tocó la puerta, y en lo que esperaba a que abrieran, meditó cómo  hacer para ganarse la confianza de Karma.

 Estos últimos días habían sido los más difíciles de su vida; si Karma no le lanzaba sus juguetes a la cabeza, robaba sus cosas y lo chantajeaba con ello para que se fuera —obviamente no lo hizo—, y ni hablar de cuando hizo parecer que se había escapado de la casa, haciendo que él saliera de la casa, dándole oportunidad al pelirrojo para cerrarle la puerta y dejarlo afuera un buen rato.  

—Hola, señora...— saludó al notar que la puerta había sido abierta, pero no vio a quien esperaba. Bajó la mirada y cayó en cuenta de que fue el niño Akabane quien la abrió.—¿Karma?

— Oh, eres tú de nuevo.— dijo con decepción.— Esperaba que no volvieras.

— ¿Por qué abriste tú?

— Mis papás tuvieron que salir antes. Te dejaron una nota.— respondió sin importancia, volviendo a entrar a la casa.

Nagisa entró detrás del niño y cerró la puerta. Se sentía algo feliz, Karma no le había cerrado la puerta en la cara y lo dejó entrar sin problema. Eso era un avance.

Vio la nota mencionada en la mesa de la sala y la tomó para leerla. Era de parte de la señora Akabane, en donde le explicaba que tuvieron que irse antes al trabajo, y le pedía que preparara el desayuno para Karma. Así que se dirigió a la cocina a cumplir con el pedido de la mujer. Mas cuando entró en ella, casi se cae de espaldas al ver el desastre que había; leche y cereales desparramados por todo el piso, la llave con el agua corriendo, un tazón quebrado y una silla tirada.

—¡¿Qué pasó aquí?!—exclamó. Karma entró a la cocina confundido por el grito del peli-celeste.

— Ah, eso. Te lo dije; no esperaba que volvieras después de lo de ayer. Así que traté de prepararme el desayuno.

— P-Pero... Ah, esto es imposible.— corrió a cerrar la llave del agua y buscó los implementos de limpieza para arreglar el desastre que dejó el menor.

Cuando terminó, miró serio a Karma, quien se había quedado sentado mientras veía al mayor limpiar. 

— Te podría decir muchas cosas, pero en primer lugar; ¿Cómo pudiste dejar tal desastre? Tienes ocho años, deberías ser capaz de verter leche y cereal en un tazón.— reprendió al pelirrojo.

—Claro que soy capaz, es sólo que me subí a la silla con las tres cosas en las manos; perdí el equilibrio y me caí con todo.—dijo con algo de vergüenza. 

— ¿Qué? ¿Te caíste de la silla?— dijo preocupado y se acercó al menor.—¿Te hiciste daño?—Karma negó, pero al acercarse, Shiota notó un rastro de lágrimas secas en sus mejillas.—Karma, dime la verdad.

Resignado, Karma suspiró y le mostró su mano derecha; tenía un corte en ella, claramente hecho por el tazón quebrado.

—También me golpeé en la cabeza.— Nagisa empezó a toquetear dicha área, hasta encontrar el sitio que hizo al menor quejarse.

—Tienes un chichón. Tendrías que haberme dicho.— sacó de la nevera unos hielos y los puso en una bolsa.— Ten, sujeta esto detrás de tu cabeza. Buscaré algo para curarte la mano.

Así, entre quejidos del niño y disculpas por parte de Nagisa, terminó por curar la mano de Karma y preparó por fin el desayuno. Cuando terminó de comer, Karma se fue a su cuarto a jugar. Nagisa decidió seguirlo para asegurarse de que no hiciera ninguna jugarreta. Sin embargo, se encontró con el niño jugando tranquilamente con sus autos.

— ¿Puedo jugar contigo?— preguntó, arrodillándose en el piso.

—Hum, bueno.— respondió el contrario, no muy convencido.— Usa el auto gris.

—De acuerdo.— tomó dicho auto y empezó a moverlo.

—Mira.— agarró un muñeco con una mano y un camión de juguete con la otra.— Se llama Nagisa.— dijo, haciendo referencia al muñeco.

— Oh, le pusiste mi nombre a tu muñeco. Que tierno eres.-— dijo Shiota conmovido.

—Sí.— movió el muñeco, como si estuviera caminando.— Nagisa va atrasado a la escuela, así que atraviesa la calle corriendo. Entonces...-- Toma el camión y hace que este impacte contra el muñeco.—... Camión-san aparece de la nada y lo atropella. Desde ese día, el pequeño Nagisa no volvió a cruzar la calle sin antes mirar a ambos lados.

El peli-celeste, pálido por la macabra forma del niño para dar una moraleja, tragó grueso dejó el auto en el suelo.

— A-Al menos sobrevivió.

— Fue para no traumar al público.—explicó el pelirrojo.

—Hablando de escuela...— Shiota trató de cambiar el tema.— En unas semanas entrarás a clases. ¿Estás feliz por ello?

—¿Estás feliz por haber sido atropellado? La pregunta se responde sola.—dijo burlón.— ¿A ti te gusta ir a la escuela?

— Bueno, la verdad sí. Las clases son algo complicadas, pero puedo ver a mis amigos todos los días.— contestó con una sonrisa.

— Mi amigo es un gorila idiota.—habló divertido.— ¿Y cómo piensas cuidarme cuando entres a clases?

Nagisa quedó algo anonadado con las palabras del pelirrojo, tal vez él no se haya dado cuenta, pero admitió que quería seguir viéndolo.

—¿Quieres que te siga cuidando? — el menor se quedó callado unos segundos y desvió la mirada al suelo.

— Es divertido molestarte.— dijo, tratando de restarle importancia.

—Tomaré eso como un "me gusta estar contigo".— dijo el mayor alegre.— De todas formas, estarás todo el día en la escuela. Cuando llegues a casa tus padres ya estarán aquí.

— Entonces... ¿Ya no te veré?— preguntó algo decepcionado.

—Puedes venir a visitarme si quieres, vivo en la casa frente a la tuya.— acarició la cabeza de Karma.— ¿Me extrañarás cuando entres a clases?— preguntó con una sonrisa esperanzada. Akabane lo miró unos segundos y le devolvió la sonrisa.

—No. 

De aquí a unos años más ||Karmagisa||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora