Parte 17

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El reino enano

Una ciudad construida en las entrañas de las montañas por las manos de los mejores artesanos del mundo, su arte sagrado, la metalurgia, era apreciado tanto por enanos como por algunos de los mejores guerreros de la historia, e incluso se había llegado a rumores que uno de los 6 dioses antiguos había pertenecido a dicha raza, aunque claro, esto no era más que un mero rumor.

La ciudad ahora florecía en una época de abundancia, pues sus tratados comerciales con el reino hechicero les habían abierto la puerta a nuevos horizontes, sin el límite del espacio tras recuperar la antigua capital enana del control de los dragones de escarcha y con un nuevo contratista que estaba muy interesado en las armas enanas, los talleres de herrería se esparcieron como la maleza a lo largo y ancho de la ciudad, pronto se tuvieron que abrir más respiraderos a lo largo de las montañas para permitir a la densa nube de humo generado por los hornos de las forjas ventilarse adecuadamente.
El sonido de los martillos no faltaba en ninguna calle, acompañado por el rugido de los hornos que preparaban el metal.

El reino hechicero no compraba grandes cantidades de equipo, pero si armas de gran calidad por precios muy buenos, lo que hacía que los herreros formarán sus propios grupos de trabajo, una sola espada tendría que pasar por cerca de 7 forjas distintas antes de estar lista para recibir las runas en el reino hechicero, por lo que la paga de dicha espada se dividía entre los 7 forjadores, un trato no tan injusto debido a que, pese a no recibir mucho, el pago era acompañado por un par de botellas de vino de Nazarick, el más fino y delicioso que cualquiera de aquellos enanos hubiera probado nunca.

Pese al auge de su ciudad, el consejo que gobernaba el reino se veía afligido.

Sus números eran buenos al igual que sus relaciones, sus ciudadanos estaban felices y con la captura de su antigua ciudad capital, sus bóvedas se habían saturado con materiales raros que extraían de las minas de aquella ciudad, ahora incluso algunos poblados humanos comerciaban con ellos e inclusive un pequeño mercado se había abierto en una de las entradas a la montaña, entonces... porqué estarían de un humor tan malo?

La respuesta radicaba al mirar detenidamente la mesa redonda en la que se encontraban los ministros de cada una de las ramas más importantes.

El único asiento libre pertenecía al ex ministro de forjas, quien se había dado a la fuga con un material extremadamente raro que su nuevo aliado, el rey Ains Ooal Gown en persona, les había otorgado para fabricar una armadura.

Dicho suceso no solo los colocó en una posición desfavorable ante el rey no muerto, sino que sembró una semilla de vergüenza y deshonra en sus corazones. Uno de sus más confiables y antiguos miembros...se había vuelto un vil ladrón

-entonces?...por fin encontraron a alguien bueno?-

El ministro de comercio había tenido que lidiar con los asuntos relacionados a la herrería desde la partida de su compañero, incrementando su carga de trabajo y estrés, por lo que él más que nadie, estaba impaciente por qué se encontrará un remplazo a dicho miembro

Todos bajaron la cabeza, habían estado buscando entre los talleres de herrería, las minas de hierro e incluso en los mejores bares de la ciudad, pero realmente no habían encontrado a alguien que poseyera un talento a la par de su antecesor junto a una habilidad administrativa decente.

-bueno...supongo que podemos tratar ese tema luego... cómo va la ciudad?

Debido al crecimiento desmedido de la ciudad en los últimos meses, los puestos de los mandatarios enanos debieron ser cambiados, ahora los puestos eran definidos como:

Ministro de interiores, encargado del desarrollo logístico de las nuevas ciudades enanas.

Ministro de exteriores, encargado de las nuevas relaciones diplomáticas tanto con el reino hechicero como con algunos poblados humanos que habían comenzado a comerciar nuevamente con ellos.

Overlord: La niña y el nigromanteWhere stories live. Discover now