Parte 36

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La pradera que se extendía hasta un horizonte relativamente cercano provocado por el declive de una colina dejaba ver un clima típico del otoño, con grandes cumulus de nubes que se amontonaban en las lejanías, donde los tejados de una gran ciudad junto con mástiles de enormes galeones y barcos de guerra revelaban la presencia de la costa.

El cielo azulado era surcado por gaviotas que graznaban alegremente mientras planeaban en las cálidas corrientes del oeste, sin embargo, el panorama era completamente distinto en tierra, donde el fuego se esparcía esporádicamente sobre algunos cráteres poco profundos y en las copas de algunos árboles.

-PRESIONES EN LOS FLANCOS, NO DEJEN QUE LOS INTIMIDEN, YA CASÍ LO TENEMOS!-

Manteniendo su espada en alto, un hombre de apariencia ruda guiaba una carga de caballeros a lo largo del pastizal contra una defensa desesperada que era mantenida en la entrada de un espeso bosque.

La resistencia del reino santo mantenía posiciones en parapetos hechos de troncos mientras utilizaban lanzas para mantener a raya a sus contrincantes, quienes los presionaban con continuas cargas de infantería y caballería.

-Manténganlos a raya, que no crucen más allá de este punto!-

En la contraparte de la batalla, una mujer de apariencia madura intentaba dar órdenes a sus reducidas tropas, que, heridas y cansadas tras 4 días continuos repeliendo ataques, intentaban mantener un frente estable.

La infantería del sur finalmente alcanzó las barricadas, siendo recibidos inmediatamente por una salva de estocadas letales que empalaron a los primeros al frente, la sangre salpicaba el suelo, dejando un rastro de fango carmesí que hacía resbalar a algunos de los atacantes más rezagados, quienes caían en manada solamente para ser recibidos por un arma aún mas devastadora que las lanzas de infantería

-FIRE BALL!!!-

A la entonación del hechizo una bola de fuego cayó sobre la avanzada caída, que voló en pedazos tras el impacto del hechizo, incinerando a algunos de los soldados cercanos.

Los hechiceros santos que aún quedaban en pie estaban repletos de vendajes y heridas, su maná estaba por los suelos y algunos se desmayaban tras agotar el último de sus hechizos; en esta ocasión, quien había lanzado la magia era un anciano, que portaba un bastón con una piedra preciosa en su punta.

-Señor Olviera, gracias por el apoyo, ahora retírese!-

A la orden de la mujer, el anciano emprendió la retirada, aunque no fue muy larga, pues mientras daba la espalda al campo de batalla su cuerpo explotó por la mitad, aunque no por un hechizo, pues en un árbol cercano una enorme saeta se encontraba clavada de lado a lado.

-Viejo!!!-

La mujer gritaba horrorizada mirando a su viejo amigo caer por la artillería enemiga, pues desde la base de la colina, las ropas enemigas asediaban el bosque con toda clase de artefactos, desde catapultas hasta ballestas del tamaño de un auto pequeño y varias hileras de magos, que invocaban angeles de bajo nivel o lanzaban toda clase hechizos de bajo nivel; todo provocando el mismo efecto devastador en las tropas aliadas.

-Capitana, no vamos a resistir mucho más!-

-No hay opción...no hay salida...-

Mientras la capitana intentaba pensar en qué hacer, la batalla prosiguió.

-CAPITANA!-

Una batalla que la sorprendió con un ataque inesperado, pues antes de darse cuenta el parapeto fue destruido con brutalidad, arrojando a los pocos defensores en todas direcciones.

Overlord: La niña y el nigromanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora