Parte 42

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El paso apresurado de un hombre en traje militar sonaba por todo el pasillo forrado con pisos de azulejo y paredes de madera.

Sus manos sostenían con celo varios grupos de papeles que con cada paso amenazaban con caerse de su agarre.

A su paso, un guardia armado dio un saludo militar antes de abrir con gracia la puerta que custodiaba, la cuál rápidamente el hombre atravesó en busca de llegar a sus superiores.

Dentro de la habitación se podía notar fácilmente la división de la misma.

En una esquina, un grupo de radios y maquinas se apiñaban siendo operadas por personal que mantenía sus manos en constante movimiento entre los controles de los aparatos y las libretas en dónde transcribían información a velocidades vertiginosas.

Personal de apoyo recogía las transcripciones que los radioperadores hacían y los llevaban hasta otro extremo del cuarto donde otras personas los tomaban y clasificaban, leyendo el contenido de los mensajes rápidamente y reacomodando cartas y documentos fijos con chiches a un enorme pizarrón de corcho, donde imágenes, reportes y documentos en general se adjuntaban en un análisis gigante de la situación en los diferentes frentes.

Tras esto las transcripciones se dividían en 2, ordenes de movimiento y estatus de reporte.

Las ordenes de movimiento se intercambiaban a una enorme mesa con un mapa de igual magnitud que representaba prácticamente la totalidad del continente junto al territorio comunista. Pequeñas banderas sujetas a piezas de ajedrez se alzaban sobre el mapa, siendo movidas ocasionalmente por personal estratégico que recibía las ordenes de movimiento a fin de actualizar la posición de las tropas tanto aliadas como enemigas.

Finalmente, sentados en la gran mesa de lideres militares, el alto mando estratégico.

Aunque estos asientos habían estado reservados anteriormente para los generales del ejercito imperial, esta vez la mesa era compartida por individuos de curiosa apariencia.

La primera era una mujer de belleza natural, que portaba su clásico vestido blanco junto a un par de finas alas negras que se extendían desde sus caderas, el otro era un hombre delgado que ostentaba un traje rojo con rayas simples, acuñando sobre su rostro un par de gafas redondas y en su espalda baja una cola de metal plateado que se balanceaba alegremente. Junto a estos extraños personajes, se regodeaban tanto el General Zettour como el General Rudersdorf, quienes leían la papelería que llegaba hasta sus manos tranquilamente.

El sonido del té siendo sorbido con delicadeza por Albedo y el aroma del habano que Rudersorf fumaba generaba un ambiente más bien de convivencia en lugar del de una reunión estratégica, aunque esto cambio apenas y Zattour comenzó a hablar.

-Parece que el mando móvil está teniendo problemas para coordinar los suministros del frente sureste...-

El continuo barajeo de las hojas en sus manos atrajo la atención de Demiruge, quien extendió su mano en señal de solicitud, a lo cual Zettour entregó el documento que había estado leyendo.

Una rapida evaluación del informe y el demonio ya había elaborado una estrategia plausible.

-Bien, parece que los suministros son retenidos en ésta área debido a la cercanía de la estación con el frente, deberían hacer un desvío por el sur en los poblaos de Minsk, Risha y Dulffder para desahogar las líneas férreas-

Mirando un mapa del lugar, los mandos imperiales se dieron cuenta de que, efectivamente, sus lineas habían saturado las vias ferreas más directas, pero descuidaban una gran posibilidad de transporte al ignorar otras alternativas un poco más indirectas.

Overlord: La niña y el nigromanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora