Parte 33

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Las calles del reino hechicero se veían vividas con la habitual bulla matutina que era costumbre ya en la ciudad, mujeres de todas las razas distintas habitantes de la nación se movían por los mercados y tiendas mientras compraban sus víveres semanales, mercaderes ambulantes y tendederos de tiendas establecidas gritaban alegremente mientras intentaban atraer clientela a sus negocios e inclusive a esa hora no era extraño ver ocasionalmente enormes y majestuosos dragones de escarcha ayudando a transportar suministros y mercancía desde las naciones enanas y aldeas más alejadas, dándole paso a una mayor abundancia de productos, así como proporcionar mejor seguridad a los cargamentos que eran exportados de la nación.

Pero entre toda la calida imagen que ya era normal en las calles, un par de mujeres atraían la atención como pocos lo hacían, pues pese a que su belleza fuera uno de los motivos, se debía principalmente a su reputación como servidoras directas del rey de aquel joven país.

Yuri alfa y Entoma caminaban tranquilamente por la calle principal, dirigiéndose a las puertas principales de la urbe para recibir a invitados muy especiales de su rey.

A su paso era normal ver a niños y mujeres saludar amistosamente al dúo, mientras que los hombres preferían extenuar sus respetos desde una distancia un poco mayor, pues los nuevos que llegaban a la ciudad tendían a comprender de muy mala manera que coquetear con las sirvientas y mandatarias del rey hechicero era algo tanto mal visto por la ciudadanía como castigado por la ley dependiendo de su insistencia o grado de hostigamiento. Ver a las sirvientas del rey hechicero deambulando por la ciudad era algo especial, o más bien extraño, pues ellas usualmente solo abandonaban a su amo para encargarse de tareas muy específicas; supervisar construcciones, tratar con comerciantes de alta gama, atender a embajadores de aldeas y pequeñas ciudades, recibir gente que solicitaba asilo eran solo algunos de los ejemplos de sus tareas, aunque por lo general ellas se encargaban de estos deberes únicamente cuando acarreaban un peso político o que pudiese alterar la imagen del reino hechicero.

Acompañadas por una pequeña multitud de niños, las chicas extenuaron pequeñas caricias maternales sobre las cabezas de los infantes, sin importar su raza; hombres lagarto, humanos, gremlims, orcos, Qguoa, cualquiera era tratado de forma igualitaria ante las maids, aunque rápidamente estas les pidieron dejarlas en paz, debido a la naturaleza de su trabajo.

Una vez las sirvientas quedaron solas, su conversación siguió con normalidad.

-pensaba que la shalltier-sama podía abrir portales directamente en Nazarick-

Dijo Entoma con un tono un tanto molesto.

-En efecto, pero Ains-sama nos ordenó recibir a los embajadores en la puerta principal y guiarlos hasta la gubernatura-

Las antenas de la pequeña maid se agitaron mientras su mirada bajaba hasta vislumbrar sus pisadas, las cuales parecían tomar un aire más triste, cosa que Yuri no pasó por alto.

-Qué pasa?...te vez decaída...-

Entoma guardó un silencio profundo pero corto antes de responder con melancolía

-...extraño a nabe...-

Yuri abrió sus ojos completamente mientras un nudo se formaba en su garganta y estomago; instintivamente llevó sus manos hasta sus lentes y acomodándolos torpemente dijo con seguridad.

-No te preocupes...Ains-sama seguramente le permitirá regresar pronto...-

Entoma solo asintió ligeramente, sin dejar de emanar esa aura pesimista. Por su parte Yuri había mantenido el evento oculto de sus hermanas, ella era la mayor y la líder provisional de las Pleyades, era su deber protegerlas, por lo que de cierta forma se sentía culpable de la muerte de su hermana; si podía evitarles la misma pena por la que ella pasaba, lo haría tanto como pudiese, a menos que su amo se lo prohibiera.

Overlord: La niña y el nigromanteWhere stories live. Discover now