Capítulo 4.

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Yibo guardaba leña en el cobertizo que estaba afuera de la casa. No era muy grande y tenía agujeros por los que la lluvia pasaba y mojaba la madera pero no podían permitirse arreglarlo. Este estaba un poco alejado de la casa y oculto entre los árboles debido a que, según le contó su abuela, cuando era pequeña su padre le dijo que una vez salió ardiendo y quemó parte de la cabaña donde vivían. Tras ello, decidieron construirla más lejos y evitar otro accidente.

De nuevo se escuchaba el arma de su padre, eso significaba que al día siguiente le tocaba volver al pueblo y él no lo deseaba. No tenía ganas de pelear de nuevo por vender sus productos y oír las risas de ese grupo de alfas. ¿Por qué la habían tomado con él?

- Serán malas personas. Hasta el estiércol de los campos son más agradables que ellos, son unos sinvergüenzas que no tienen simpatía por nadie - se quejaba mientras colocaba con fuerza unos troncos encima de otros.

Afuera del cobertizo había una gran montaña de leña la cual metía dentro para no tener que ir continuamente al bosque y talar árboles.

De repente, el ruido de la madera chocando contra el suelo sonó a sus espaldas. Al girarse vio las tablas regadas por la tierra como si algo hubiera caído la pila. Primeramente pensó que se cayeron solas por un mal equilibrio entre ellas, pero una silueta detrás de un árbol le hizo darse cuenta que no fue así.

- Te estoy viendo - le dijo. - No hagas como si no te hablara - se cruzó de brazos esperando a que saliera. - No tengas miedo, no voy a hacerte nada.

Como si le hubiera entendido, poco a poco se fue mostrando. Yibo tragó saliva al ver el hocico, los ojos y las orejas de ese animal, era más grande de lo que recordaba y su presencia imponía. Su nariz se contraía a la vez que dejaba ver los dientes de un lado de su boca.

- Tranquilo - puso sus manos delante de él como si pudiera pararlo así. - Tranquilo.

El lobo se acercó lentamente bajando la cabeza y comenzando a gruñir. Se veía totalmente diferente en cuanto a comportamiento del que le salvó la otra noche, pero era el mismo y el omega lo sabía.

Yibo estaba inquieto y tenso pero extrañamente no tenía nada de miedo, al revés, quería calmarlo y descubrir porque le seguía y porque lo ayudó aunque no pudiera decírselo mediante palabras.

- Sé que no me vas a hacer daño.

El animal gruñó más fuerte como si lo retara a averiguarlo, queriendo parecer amenazante y dominante. Tenía la situación bajo control y a su presa atemorizada, aunque la realidad no era así ya que Yibo no le temía.

- Me salvaste el otro día, ¿cierto? Del otro lobo - cesaron sus sonidos pero seguía enseñando sus colmillos. - Yo... yo quiero agradecertelo. Muchas gracias por ayudarme... te debo la vida.

Comprendiendo sus palabras, el animal se detuvo mirándolo fijamente. El joven pudo observar detenidamente sus ojos: eran muy distintos a los del resto de su especie o a los de cualquiera que hubiera visto. Parecía tener la vista cansada pero con un brillo precioso, además eran marrones claros y le daban una característica única. Su pelaje blanco y negro era hermoso y, aunque estaba un poco sucio, seguía brillando con un esplendor parecido a los rayos del Sol.

- Eres muy bonito - sonrió.

Su gesto y sus palabras puso nervioso a su acompañante canino quien dio un paso hacia atrás y amenazó con irse. Se dio la vuelta y caminó alejándose de él sin volver a mirarlo.

- ¡Espera! - lo siguió.

Al notar que lo perseguían, el lobo salió corriendo y pronto se perdió entre el mar de árboles y arbustos. Un sentimiento de decepción y tristeza irrumpió en el corazón del omega haciéndole torcer los labios y bajar los hombros. ¿Volvería a verlo? Él deseaba hacerlo.

𝐴𝐿𝐹𝐴 (𝑍𝐻𝐴𝑁𝑌𝐼) | Finalizada (CORRIGIENDO)Where stories live. Discover now