Capítulo 14.

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- ¡¿Cómo te atreviste a llamarme de esa forma?!

El alfa empujó de nuevo al muchacho y lo tiró al suelo por tercera vez en lo que llevaba en esa casa. El hombre estaba muy enfadado y no dudó en agarrar el látigo y prepararse para golpearle.

- Pare - le pidió antes de que se acercara más a él.

- Recuerda quién eres, solo un omega con delirios de grandeza - le estiró del pelo para que se pusiera de rodillas. - Enfrentarme solo por un maldito animal - gruñó. - ¡Eres realmente estúpido!

- No es un maldito animal.

- ¡Cállate!

El alfa le abofeteó la cara haciendo que la girara hacia la izquierda. Yibo no se inquietó y continuó con su mirada distante y vacía. Su reacción empeoró la ira del mayor debido a que no veía el miedo que quería causarle, uno que dejó de aparecer en la expresión del castaño desde que tenía trece o catorce años.

- ¿Así has decidido comportarte? - no recibió respuesta por parte del omega. - ¿Y el lobo?

- ¿Te interesa? - dijo con frialdad.

- ¿Está muerto?

- Mm - afirmó tras pensar unos segundos.

- Muy bien - sonrió. - Recuerda que estás solo y que nadie te aprecia.

Con fuerza le dio la vuelta, el joven perdió el equilibrio y tuvo que sostenerse con las manos para no caer al suelo. Pronto, sintió que su espalda era descubierta y cerró los ojos esperando lo que vendría.

El primer latigazo escoció mucho pero la peor parte llegó cuando, tras unos golpes más, algunas cicatrices de veces anteriores se abrieron. Por el dolor se mordió el labio ocasionando que este sangrara.

Estaba cansado pero debía ser fuerte, si se rendía no acabaría pronto. Se tragó las lágrimas como siempre y se limitó a respirar para calmarse.

Mientras recibía ese castigo, su mente decidió ir hacia otro lado para alejarse de lo que ocurría. Podría haber pensado en las flores del campo, en las aguas del río o en la dureza de las rocas, pero solo una cosa pudo aliviar el daño que el cuero le causaba en su espalda. Recordó la suavidad de la voz de Zhan, la calidez de su piel y la amabilidad de su sonrisa y eso fue suficiente para que el infierno que vivía fuera un poco más bonito y menos doloroso.

Pensó en él y olvidó a su padre. Tan efectivo fue ese analgésico que ni siquiera se dio cuenta de que el hombre ya había terminado de castigarle y se había retirado a su dormitorio.

Salió de su ensoñación y la realidad le golpeó con doble potencia, solo con rozarle el aire que entraba por la ventana ya sentía sus heridas escupiendo sangre. El proceso que debía seguir era el de siempre pero en esta ocasión le preocupaba más: podría ocultar los latigazos por la ropa, eso no era un problema; pero el dolor sería difícil de contener.

Esa noche se acostó tarde por terminar los deberes de la casa y por curar su espalda, además, tampoco pudo dormir mucho. Dicen que con la Luna las heridas más se sienten y él lo sintió, no pudo tumbarse bocarriba por claras razones e intentó encontrar una postura que no fuera incómoda. Cuando por fin cayó dormido solo faltaba unas pocas horas para el amanecer.

                               

Un rayo de Sol molestó a sus ojos y se giró para que le pudiera dejar seguir durmiendo. Al hacerlo sintió varios pinchazos en su piel y recordó que sucedió el día anterior.

Le dolía la cabeza y no tenía ganas de hacer nada pero el sonido de los disparos le hizo reaccionar. Notó que ya era casi mediodía y que había estado en la cama más de lo que debía. Negó con la cabeza mientras soltaba una queja de frustración y se levantó.

𝐴𝐿𝐹𝐴 (𝑍𝐻𝐴𝑁𝑌𝐼) | Finalizada (CORRIGIENDO)Where stories live. Discover now