Capítulo 5: El accidente

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-¡Vamos, vamos, vamos! Ciento treinta y tres, ciento treinta y cuatro, ciento treinta y cinco... ¡Seguid corriendo, panda de zánganos!- la voz del profesor de Educación Física resonaba por toda la pista.

Correr durante hora y media por la pista de Atletismo ya era de por sí una tortura en días normales, más cuando los termómetros rozaban los treinta grados. Las chicas usaban sus tops más cortos, y algunos chicos ya hasta se habían deshecho de la camiseta. Todos se preguntaban cómo a finales de septiembre que estaban, en Inglaterra podían alcanzarse semejantes temperaturas. Bueno... Todos no.

Kath no había dejado en ningún momento de observar las gotas de sudor recorrer las sienes de Jay. El calor subía y bajaba conforme lo hacían esas gotas. Ella sabía que, del mismo modo que ella provocaba lluvias, él arrastraba consigo olas de calor. Desde la parte de detrás de la carrera, trataba de enviar un poco de lluvia con el pensamiento, pero no servía. Con los poderes de Jay interfiriendo con los suyos, apenas logró que cayeran dos gotas que no resultaron ni perceptibles.

"Maldita seas, Dennison", le regañó mentalmente. "Déjame actuar un poco a mí, por favor".

-La culpa es del nuevo- oyó mascullar a un fatigado Callum-. Desde que llegaron él y la otra pava, todo el día están ocurriendo cosas extrañas.

-Calla, imbécil- despotricó Vanessa, la compañera estudiosa de Kath, contra él-. Que el tiempo esté algo cambiante últimamente es por el calentamiento global, no por culpa de ellos.

Benditas fueran las empollonas de la clase en aquellos momentos. Nadie como Vanessa para salvarlos, y ni siquiera lo hacía adrede.

Aunque en cierto modo, era verdad lo que Callum decía. Ni Jay ni ella eran personas normales. Pero eso nadie lo debía saber. A excepción del director, claro, y de su magnífico plan para separarlos. Bien pensado, debería hablar con Jay sobre ello. La historia de Gill y Cedric le hacía plantearse muchas cosas.

Media hora después, treinta adolescentes se encontraban tendidos sobre el césped, fatigados y rendidos tras una larga carrera y una ducha con agua helada.

Jay y Keegan conversaban (o, al menos, intentaban hablar sin quedarse sin aliento), cuando Kathleen los interrumpió.

-Hola. Keegan, ¿nos dejas un momento a solas, por favor?

-Sí, claro, chiquitina. Cuídamelo. Cuando terminéis, estoy allí con Sissie- les indicó una mesa de picnic un poco más allá, mientras caminaba hacia allí. Esperaba que dejarlos solos hiciera fluir la tensión entre ellos.

-Gracias. Hola, Jay, necesito hablar contigo, ¿me puedo sentar?

-En teoría tú y yo no debemos estar cerca...- balbuceó.

-No debemos tener acercamientos, pero creo que sentarme a un par de metros de ti es legal- apostilló, sentándose en el césped a unos pasos de Jay.

-Bueno, por mí no hay problema. ¿Qué quieres?

-Hace calor por tu culpa, ¿a que sí?- susurró.

-¿Tú como lo sabes?

-Porque al igual que cuando tú cambias de humor provocas cortocircuitos en la luz, fuego o calor, yo provoco lluvia, agua congelada o hervida. Te he observado y sé que eres como yo. Además, Plassmeyer me dijo que no me podía acercar a ti porque no sabía cómo reaccionarían esos poderes nuestros.

-Vaya, una chica lista, sí señor- sonrió-. Ya, en fin, a mí también me dijo lo mismo. Yo pensé que tú tenías los mismos poderes que yo, y lo que querían evitar era el choque de gente paranormal igual. Ya sabes, por eso de "los iguales se repelen y los opuestos se atraen". Aunque en realidad a mí me parece una tontería, ¿no crees?

Hijos de Agua y FuegoWhere stories live. Discover now