Capítulo 14: "Quisiera encontrar la respuesta"

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-¿Me puedes explicar qué estás haciendo? Alguien nos ha encerrado en una caseta y tú estás sentado en el suelo leyendo. ¡De verdad que no te entiendo, Jay!

Jay solo se llevó el dedo índice a los labios, para indicarle a Kathleen que guardara silencio.

-¿No te das cuenta que quien nos ha encerrado aquí no es otro que nuestro misterioso colaborador? Este libro también lo ha dejado aquí queriendo para que nosotros lo leamos. Era el libro del que nos habló Keegan.

Kath calló y se limitó a acercarse a Jay. Se sentía tremendamente estúpida. ¿Cómo su compañero podía ser tan buen detective y ella no pillar una?

-Mira, lee- el rubiales le pasó el libro con sumo cuidado.

Kathleen trató de hacer lo que se le pedía, aunque era bastante complicado si se tenía en cuenta el estado en el que se hallaba el libro: estaba descolorido, manido y manchado de café, agua y el paso de los años. Las letras se confundían y apenas se podía leer nada claro.

-Gill Freeman... Cedric Mitchell... Desaparecidos... Febrero de 1982... Creo que todo esto lo sabíamos ya, rubito.

-Sigue leyendo, es que tienes muy poca paciencia, hija de mi vida- Jay le contestó en un tono más bien exasperado.

Kathy siguió con la lectura. Cazó algunas que otras palabras: Director- Warwick Plassmeyer- Jefa de Estudios- Gaelle Milner- Desaparecida también- Daniella Milner- Hija- Sospecha.

El agua de la lluvia se filtraba a través del techo y les salpicaba en la cabeza. Jay se rascó y miró la cabaña, una vez más. Era pequeña, muy pequeña, fea, vieja y completamente deshabitada, pero tenía un aire cálido y seguro que le era muy familiar, como sacado de un sueño. De repente, el aire cálido del lugar se vio alterado por el repiqueteo de una gota de lluvia en la ventana, a la que siguieron otra, y otra, y otra más. El cielo empezaba a cubrirse.

-Si tú fueras una chica de casi dieciséis años corriente, pensaría que la lluvia es una mala pasada del otoño, pero el tiempo que hace que te conozco me ha enseñado que las casualidades no existen.

-No- respondió, seca. Había levantado la vista, y la tenía fija en un punto aparentemente invisible de la pared. Sus verdes ojos estaban vidriosos.

Kathleen tiró el libro al suelo y se fue acercando a la pared (que, teniendo en cuenta el tamaño de la cabaña tampoco suponía que hubiera caminado mucho más de cuatro pasos). Dejó la vista fija en aquel punto y, tras un par de minutos, la tabla empezó a quebrarse.

-¿Kath... Kathy?- preguntó dubitativo.

Kathleen lo miró. Dios, qué ojos tan bonitos tenía.

-¿No habías pensado que uno de nuestros poderes especiales es desplazar cosas con la mente?

-Inteligente por tu parte. Yo creía que te habías quedado fija porque habías leído esto.

En la siguiente página del libro se leía, escrito sobre el texto original, en letra menuda e irregular "99º Hijos de Agua y Fuego".

-¿Eso qué es, un grupo musical o algo por el estilo?

-No sé- Jay levantó el libro y un papel de la parte de atrás cayó al suelo.

Kathleen cogió el papel. Era una factura que se había colado por accidente en el libro. El nombre de aquella librería le era vagamente familiar... Se parecía... No, más bien era igual que el nombre de la librería en la que habían estado Jay, Abby, Louis y ella.

Tendrían muchas cosas que aclarar cuando regresaran al Internado.

"Para ser finales de noviembre, el día resulta simplemente exquisito. El sol brilla y no hay nubes a la vista. Quizás haga demasiado frío para mi gusto, así que lo he intentado solucionar poniéndome el jersey de cachemira gris que me regaló Ben, el amigo de Gaelle, las Navidades pasadas.

Hijos de Agua y FuegoWhere stories live. Discover now