Capítulo 10: La caída de los gigantes

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El despacho de WarwickPlassmeyer era tan inquietante y misterioso como el director engeneral. Las paredes tenían un color amarillento con toques grises.No era un tono limpio, al igual que la persona a la que le gustabanaquellos colores. Quizá con los muebles y objetos decorativosadecuados el color de la pared habría pasado más desapercibido,pero, por el contrario, el resto de la decoración era aún máscuriosa: la habitación estaba enriquecida por una serie de mueblesde caoba, de seguro carísimos, negros como el carbón y de formasasimétricas. Sí, es cierto que las cinco estanterías que formabanel conjunto estaban cubiertas de libros sobre psicopedagogía,logopedia, y acoso escolar; pero los cuadros de las paredes erangóticas imágenes de animales degollados, cuervos negros, sombras ysangre. Sobre la mesa había una larga lista de libros de terrorgótico, apilados, y, en la única zona libre que quedaba en lapared, estaban colgados el cuerno de un elefante, un gato montésdisecado y una cabeza de búfalo. Debajo se podía ver al directorcon su rifle de caza.

-Me gusta cazar en mis ratoslibres, ¿a usted no, Gray?

-No mucho, señor director.

-A mí tampoco me gustamucho que desobedezcan mis órdenes- se podía percibir el enfado ensu voz-. Vamos a ver, Gray, Dennison, ¿yo qué les dije?

-Que no podíamos seramigos, señor director- respondió Jay titubeante.

-Pues, entonces, ¿meexplican qué hacían los dos de escapadita romántica a horasinoportunas? ¡No me digan que, ya me han desobedecido del todo y sehan tocado!

-No... Señor Plassmeyer...De verdad que le hicimos caso...

Kath y Jay temblaban demiedo frente a la imponente figura de su director.

-A medias. Sí, la orden másimportante la cumplieron, pero ¿no comprenden que si son amigos ypasan tiempo juntos corren el peligro de rozarse?

-Es que no somos amigos,apenas hemos cruzado dos frases. Solo que ambos paseábamos y nosencontramos. Hemos venido andando juntos como veinte metros.

Jay miró con tristeza aKathleen. Esperaba que aquel comentario fuera únicamente fruto de lamentira.

-Les creeré, pero les juroque como los vuelva a ver juntos, los echo a patadas a sus casas. ¡Noentienden el peligro que corren con lo que están haciendo!- pegó ungolpe en la mesa y se levantó-. Gray, Dennison, pueden irse.

Ambos salieron un pococabizbajos y se marcharon de vuelta a sus dormitorios. Como eldormitorio de Jay estaba en el pasillo paralelo al de Kath, tuvieronque subir por la misma escalera.

-Kath... Esto...

-Shhh- e hizo el típicogesto de llevarse el dedo índice sobre los labios-. El sábado,cuando vayamos a la ciudad, hablaremos.

-Pero allí estará Abby...O Callum... O quién sabe...

-Ya encontraré yo la formade distraerlos. Ahora, vete.

Jay obedeció y se refugióen su habitación.

***

-Podrías venirte a mi casaeste fin de semana, va a estar mi hermana y tiene muchas ganas deverte- dijo Keegan a Sissie, acariciándole el pelo.

-No me gusta la idea dedormir en la misma casa que tú, ya lo sabes. Además, meapetece quedarme y estar con Kathy y Abby. Me preocupa dejarlassolas, sospecho que el Internado terminaría por los aires.

-Kath y Abby. Abby y Kath...¿Y Keegan qué?- preguntó fingiendo un tono melodramático, lo queprovocó la risa de su novia.

-Keegan, te seré sincera.Algo no está bien. No sé lo que es. A Kathleen la envuelve un halode misterio que me preocupa realmente. Y a Abby parece que también,porque trata por todos los medios de descubrir algo acerca de ella.El otro día la pillé sola en nuestro cuarto encima de la camadeshecha de Kathy, y buscando con ahínco en uno de sus cajones; yayer la encontré siguiendo a Kath a las afueras del Internado. Si nollego a pararla, la sigue hasta dondequiera que fuera.

Hijos de Agua y FuegoWhere stories live. Discover now