Capítulo 2: Sentimientos desconocidos

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Cuando Kathleen bajó, ya estaban todos los chicos que la habían recibido a ella esperando de nuevo. Reconoció unos metros más allá a Sissie al lado de un chico alto de pelo castaño miel, pero ella prefirió quedarse donde estaba. Aquel debía ser Keegan y no quería importunarlos con su presencia.

La cacatúa, como la había llamado Abby, se retocaba el estridente maquillaje y el señor Warwick se colocaba la corbata.

Apareció un coche, y se bajaron de él una mujer cuarentona y de rostro arrugado, y un chico, que iba predispuesta a odiar. Sin embargo, justo cuando vio al muchacho caminar con paso indeciso, supo que no sería capaz de desarrollar sentimientos adversos para con él.

Era él al que tanto tiempo llevaba buscando, de eso estaba segura. Sintió dentro de sí un calor nuevo y sofocante, que se corrió rápidamente a todo su cuerpo y la inundó por completo. En esos momentos, no veía nada más allá del chico alto y delgado, con ojos marrón chocolate y pelo color  arenoso ligeramente ondulado. Y, ¿sería posible? El chico la miraba a ella también.

Entonces, ¡zas! Desapareció.

-Acompáñeme, Gray- ordenó don Plassmeyer.

Ida dirigió a Kathleen hasta el despacho del director, y le indicó que se sentara en un cómodo sillón de cuero. Acto seguido, entró el señor Plassmeyer.

-Bien, ¿qué le han parecido las compañeras?

-Oh, muy simpáticas las dos- mintió-. En especial Sissie, me ha recibido muy cálidamente.

-¿Qué tal Abigail?

-Bueno...- trató de buscar algo que decir que no fuera demasiado desagradable-. Es una chica muy especial. Creo que tengo mucho que aprender de ella.

-Me alegro. Espero que usted se integre bien. Y, por igual, me alegra ver que ha cumplido mis órdenes. ¿Qué le ha parecido el otro chico?

¿Qué qué le había parecido? Pues el chico de sus sueños.

“Eso es demasiado cursi, Gray, piensa otra cosa”, se dijo.

-Parece un chico agradable. Además, es huérfano como yo. Quizás podamos ser buenos amigos.

-No- cortó secamente la conversación.

-¿Qué?

-Que ustedes no pueden ser amigos, es más, no pueden acercarse al otro, casi no pueden ni hablar.

-Y, ¿por qué, si puede saberse?

-Mi querida señorita Gray, aquí somos conocedores de sus poderes especiales. Y no crea que la tomamos a broma; creemos que usted es tan inteligente que hasta es capaz de utilizar la mente para provocar otros fenómenos atmosféricos. Por eso insistimos tanto en traerla hasta aquí. Queremos estudiarla más de cerca, y ayudarla- le explicó en un monótono tono, similar a la voz de los tutoriales de videojuegos-. El señor Dennison también es un chico especial, y está aquí por lo mismo que usted. Como aún no sabemos de donde vienen sus poderes especiales, no queremos que se rocen o se acerquen, tenemos que estudiar la naturaleza de esos fenómenos.

-Creía que estaba aquí por mis notas...

-Claro, claro- contestó, moviéndole una mano de forma aburrida-. Ya le he dicho que la consideramos una chica especial, en todos los sentidos. Y ahora, largo de aquí, que tengo trabajo.

Kathleen se levantó y salió de allí, dejando al director divagar sobre la antimateria o lo que quiera que estuviera pensando mientras miraba fijamente un pulcro anillo de oro en su dedo corazón.

Tenía que asimilar toda la información recibida. Resulta que, ahora que empezaba a descubrir esos sentimientos desconocidos para ella como el deseo o el amor, se los arrebataban sin más. Estaba saliendo de secretaría cuando lo encontró.

-¡Hola! ¿Tú también eres nueva, no? Yo soy Ja…- y le tendió una mano.

Kathleen, sin saber qué hacer, lo esquivó y salió corriendo hacia su habitación. “No hables con él, no pienses en él”, se repetía.

                                                                       ***

-La comida no es lo mejor de aquí. No te sirvas mucho, los estofados se te hacen después muy pesados- le recomendaba Sissie, mientras paseaban por el bufé libre de la cafetería.

Finalmente ambas cogieron un plato pequeño de ensalada, un bol pequeño con lentejas y una fruta para el postre. Se sentaron en una mesa, y al momento llegó Abby. Venía tarareando una alegre melodía.

-¿Qué te pasa, que pareces hasta contenta?- preguntó Kathleen.

-Ay, Kath, Kathy, Kath… El amor…- sonrió.

-Uuuuuh… ¿Quién es el afortunado?

-Mi querida Sissie, ¿tú quién crees? ¡Pues el nuevo, obviamente! Se llama Jay y, oh, es tan mono y tan majo y tan agradable y tan… Tan… Perfecto.

Kathleen dejó de comer. Sentía que no podía tragar.

Abby, ajena a todo, seguía hablando de su príncipe azul.

-Me lo he encontrado a la salida de Secretaría, que había ido porque me había citado Warwick, y hemos estado hablando. ¡Me ha encantado! Es un cielo. Hemos quedado que podríamos comer juntos y…- Abby detuvo su relato y se giró hacia su izquierda.

Una gota golpeó contra la ventana. Después otra, y luego otra. Nadie se explicaba cómo, con tan buen día como había hecho, de repente empezaba a llover. Claro, nadie sabía que las gotas de agua representaban las lágrimas de Kathleen, que hacía llorar al cielo cada vez que estaba triste. Y sin más, dejó de llover.

-Hola, chicas- saludó Keegan, se sentó al lado de Sissie y la besó en la mejilla-. Hola Kathleen, yo soy Keegan, el novio de Cecilia, un placer- y le dio la mano.

-Igualmente.

-Mira, aquí está el otro nuevo. Es mi compañero de habitación. Chicas, él es Jay Dennison- señaló al chico que se dirigía hacia ellos.

-Nosotros ya nos conocemos, ¿no, Jay?- presumió Abby.

-Eh… Sí. Hola.

-Campeón, esta es Sissie. Y ella Kathleen. Siéntate a su lado.

-No, mejor no- respondieron Kath y Jay al unísono.

Kath lo miró. ¿Habría hablado también con él el director? Él le contestó con su mirada de preocupación. Sí, lo sabía.

Ambos bajaron la vista a la par, hacia su bandeja de comida. Se hizo un silencio un tanto incómodo.

-Oh, qué sosos. Anda, ven, Jay, y te sientas en otra mesa conmigo.

Abby agarró a Jay por la camisa antes de que pudiera contestar algo, y se sentaron dos mesas más allá. Kathleen los miró triste.

-Bah, no te preocupes, Kath, ella es así- la animó Sissie.

Kathleen sonrió y se marchó.

-Luego nos vemos, Sissie.

-¿Ya te vas?- se extrañó al verla levantarse y dirigirse con su bandeja hacia la papelera-. Apenas has probado bocado.

-Es que me duele un poco la barriga- comentó, tocándose la tripa como para demostrar su malestar-. Me voy a la habitación, ¡adiós!

Salió del comedor, tan rápido que ni siquiera pudo ver a Sissie despedirse de ella con un efusivo gesto de manos.

Estuvo una hora sola en su cuarto, llorando ella y haciendo llorar al cielo. Había un problema en el plan de Warwick Plassmeyer con el que no había contado: que ella se sintiera atraída por Jay.















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