Capítulo 11: La otra cara del espejo

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El regreso al Internado se hizo interminable para Jay. Solo duraba una media hora, pero fue el tiempo suficiente para que Abby le contara con pelos y señales su"cita" con Louis.

-Pues verás, estaba yo tan tranquila buscando el libro de Poe que os había mencionado, cuando escucho unos pasos y me lo encuentro más feliz que unas castañuelas, con sonrisa bobalicona mirándome. Le digo, "¿qué quieres, pelo-pincho?", y se me acerca, intentando movimientos de macho alfa que no le salían. Cuando está a pocos metros de mí, empieza a decirme que le encanta mi pelo, que le apasionan mis mechas- comenzó a acariciarse el cabello, que esta vez estaba teñido degradado, de forma que las puntas terminaban siendo en un color entre morado y rosa fluorescente-, así que me quedo preguntándome qué será lo que quiere este pánfilo. Y sigue hablando, y hablando, que si le molaba mi top negro, que si tenía unos ojos muy bonitos, que si... Hubo un momento en que dejé de escucharle, y decidí intentar escabullirme. Cuando estaba a unos pasos de la escalera, me agarró por la cintura y me dio la vuelta. ¡Adivina lo que hizo!

-¿Qué hizo?- la voz de Jay sonaba entre aburrida y exasperada.

-¡Me besó!- Jay la sorprendió con cara de incredulidad. No por lo que Abby hubiese querido imaginarse, sino porque nunca pensó hasta dónde sería capaz de llegar su amigo con tal de conseguir una sudadera-. Sí, como te cuento. Fue asqueroso, ag, aún siento su saliva calenturienta y sus labios viscosos mezclados con los míos- puso cara de náuseas, y continuó con su relato-. ¡Y lo peor es que no me soltaba! No puedes imaginarte la fuerza que tiene el chaval. Me había agarrado de la cintura y por más que intentaba zafarme, seguía dándolo todo conmigo.

Jay hubiese preferido no escuchar tantos detalles.

No muy lejos de allí, Kath estaba sentada junto a Sissie, mirando cómo su estúpida compañera de cuarto se lamentaba porque Louis la hubiera besado.

-Pobre idiota. Louis es demasiado para ella- masculló.

-Bueno, Kathy, Louis tampoco es demasiado freak para Abby, ya sabes.

-Sí, quizás uno con el pelo morado le parecería más guapo que un chico simpático.

Más atrás, Abby seguía con su relato:

-Después de cinco minutos metiéndome boca, conseguí quitármelo de encima. Si no llega a ser porque aún estaba agotada del trabajo de librarme de él, te juro que lo hubiese ahogado con su propia y asquerosa lengua. Le espeté que qué estaba haciendo, y todos los tacos que recoge el diccionario, y cuando salí a correr hacia las escaleras volvió a agarrarme. Me puso contra una pared, agarró mi mano y... trató... de acercármela a su... cosa. ¿Te puedes creer?

Jay trató de reprimir la risa. Desde luego, tendría que regalarle el estadio del Manchester United a su compañero; porque, lo que es distraer a Abby, se lo había currado.

-¿Qué hiciste?- preguntó, para disimular un poco.

-Le escupí en la cara y aproveché mientras se restregaba la saliva de los ojos para salir corriendo. ¡Qué se habrá pensado el niñato que soy yo, vamos! ¿Me ha visto chica fácil puesto en algún lado?- gritó. Y, de pronto, como si tuviese un botón de "Apagado-Encendido", cambió a la Abby cabreada por una Abby mucho más dulce-. Además, ya sabes que soy más de rubios que de castaños.

Se acercó sigilosamente a Jay y le cogió la mano, ya que no pensaba intentar nada más por el momento.

Dio la casualidad de que en ese momento Kathleen había acertado a mirar hacia atrás, dando rápidamente media vuelta. En realidad, no debería importarle, ¿verdad?

-Jay se la ha quitado de encima ya- le dijo Vanessa, sentada en la fila de enfrente, en un tono de concilia.

Le daba igual que se la hubiese quitado de encima, no podía soportar aquellas escenas. Le daban arcadas.

Hijos de Agua y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora