Capítulo 18: Escalofriantes hallazgos

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Varios días después, Abby se encontraba masajeándose el cuero cabelludo, acariciando sus largos mechones. Esta vez, se había puesto extensiones azul eléctrico que le llegaban por debajo de los omóplatos. Observó su atuendo, compuesto en su mayoría por prendas oscuras, y suspiró. No era demasiado alta, su cara era un mapa de pecas y no destacaba por ser especialmente simpática. Podía entender que Jay no se fijara en ella... Bueno, ni Jay ni nadie.

Exhaló abruptamente y se puso los auriculares. Comenzó a reproducir música de forma aleatoria en su móvil, y se quedó fija mirando a un punto opaco en la distancia.

-¿Te ocurre algo?- se giró sobre sí misma y observó a Louis, vestido con unos vaqueros oscuros y una sudadera del Manchester United. La miraba de forma casual.

-Nada en especial- se encogió de hombros y volvió a dejar su mirada perdida en el infinito-. Todo en general.

-¿Te apetece hablar con alguien?

Antes de que pudiera contestar, él ya se había acomodado a su lado, en el banco que había delante del parque. Había ido a la ciudad a hacer unas compras y, curiosamente, Louis andaba por allí también.

-Me gusta venirme aquí a pensar. Te aclara las ideas.

-Es bonito, sí- un atisbo de sonrisa iluminó sus ojos dorados-. Tranquilo, pacífico, luminoso... No coincide mucho con el perfil de la Abby que yo conozco.

-La Abby que tú conoces es en su mayoría una fachada. Ser borde es más sencillo. Evito caerle bien a la gente. Así nadie me quiere. Aunque a veces me gustaría que lo hicieran.

-¿Eres un poco paranoica?- le apartó un mechón de cabello escarlata de la cara.

-No. Todo es una jodida mierda. Y perdona por hablar así. Es fácil fingir ser una borde, y no gustarle a nadie, a fin de cuentas no los necesito. Pero, ¿no quiero ser yo quien dirija mi vida? ¿Quien decida si me apetece ser amiga de alguien o no?

-¿A qué te refieres exactamente?- parecía confundido.

-Oh, ya sabes. Mi madre tiene planeado un futuro para mí. Era una idea atractiva al principio, pero ya no. No quiero vivir confinada en un mundo que sigue unos principios que a mí no me gustan. Quiero dictarme mis propias reglas. Y elegir a mis propios amigos.

-¿Tu madre te selecciona los amigos?

-No, más bien los enemigos. Y me insta en los chicos en los que tengo que fijarme. Lo peor es que todo es un maldito plan con fines no demasiado buenos, que digamos.

-Vamos, que tu madre no es candidata al premio a la mejor progenitora del año.

Abby estalló en sonoras carcajadas. Le dolía el abdomen de tanto reír.

-Gracias.

-¿Por qué?- Louis le sonrió abiertamente, agradecido por ver algo de felicidad en su rostro, para variar.

-Hacía mucho tiempo que nadie conseguía hacerme reír. O que alguien se sentaba libremente conmigo a pasar un rato. Gracias, de verdad. Te deberé un favor.

-Puedes pagarte el favor acompañándome a Starbucks a tomar un café- se puso en pie y le tendió la mano-. Por cierto, lo que pasó el día de la librería fue todo un maquiavélico plan de distracción contra ti, pero sigo pensando que eres muy guapa. Y las mechas eléctricas te sientan muy bien.

Le guiñó un ojo y Abby tomó su mano, agradecida como nunca antes. Por una vez, alguien se había acercado a ella y la había tratado con cariño; y, solo por una vez, ella no se había sentido en la necesidad de ser una cínica.

Hijos de Agua y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora