Capítulo 22: Reencuentros

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Kathleen estaba a punto de hiperventilar, el pulso acelerándose a cien por hora en todos los vasos sanguíneos de su cuerpo. Podía sentir el pánico invadiéndola; pero tenía que mantener la calma, al menos, por Jay y por Sissie.

Un agudo pinchazo en la zona izquierda de su abdomen, y la sensación de líquido corriendo hacia abajo la inundaban; se habría caído de rodillas de no ser porque quería mantener la frialdad. Sin embargo, ¿también a ella la habían acuchillado? No lo recordaba; el dolor era tan intenso que no le permitía pensar con la suficiente claridad.

-Por favor, termina rápido- susurró antes de que sus fuerzas la abandonaran, dejando de oír algo más que no fueran los gritos de Sissie de fondo. Entonces, oscuridad.

La sombra se hizo persona con rapidez, y tomó el cuerpo de Kath entre sus brazos.

-Estúpida chiquilla- masculló-. ¿Qué es eso tan terrible que he hecho? Sólo golpeé a tu chico porque no conseguiría tomarlo si estaba consciente.

-Los has matado a los dos- le recriminó Sissie; mientras las lágrimas surcaban sus rosadas mejillas.

-Calla, rubia de bote.

-Es rubio natural- objetó. Sólo al momento se dio cuenta de cuán estúpida resultaba una discusión sobre la autenticidad de su color de pelo en mitad de todo aquel caos.

-Sí, ya, y Grace es mi auténtico nombre.

Grace terminó de colocar la figura inconsciente de Kath contra la pared que se hallaba al final del desván, cerca de la ventana. Tomó unas esposas y la sujetó a una silla. Después, se acercó hasta Jay y repitió la misma operación, con algo más de esfuerzo.

-Vaya, el chico es un peso duro. Suerte que está dormido: no coopera pero tampoco opone resistencia.

-¿Dormido? ¡Lo has matado!

-¡Que te calles, idiota! ¡Ellos no pueden morir! ¿O no lo has entendido todavía? En un rato, su herida habrá sanado.

Esposó a Jay a la otra silla, y elevó su camiseta. En efecto, la hemorragia empezaba a remitir y convertirse en un hematoma leve.

-Voy a aprovechar para liberarte mientras estos dos retoman la consciencia.

Sacó una diminuta llave plateada que colgaba de su cuello, y abrió las cerraduras de las cadenas que impedían a Sissie poder levantarse. Cuando lo logró, le hormigueaban las piernas. Grace la agarró con violencia por el hombro.

-Escucha, rubia- siseó entre dientes-. Si tan siquiera se te ocurre comentarle a alguien que Kathleen Gray y Jay Dennison están aquí, algo horrible les sucederá. Puedo asegurarte, que si no sigues mis instrucciones, no los volverás aver.

Sissie tragó amargo y asintió, intimidada por la fría mirada que le dedicaba la madre de su amiga.

-Vete a casa. Bueno, no. Primero, ve a un sanatorio a que te curen esas heridas. ¡Niña idiota! Fueron tu culpa; nunca debes probar la fiereza de una trampa. Después, regresa a casa y finge que todo está bien.

-Me preguntarán por Kathy y Jay.

-Diles que ellos han regresado al Internado, y que todo respecto a Abigail está bien. Si alguien insiste en llamarlos, utiliza esa cabecita cubierta de tinte para mentir.

Sissie se zafó de su agarre y caminó hacia la puerta. Una vez que estaba en el quicio, se volvió sobre su hombro y comentó, con sarcasmo.

-Por cierto, Grace, mi pelo es tan natural como las arrugas que cruzan su cara. Yo de usted, empezaba a mirar el mejor cirujano de la ciudad, para tomar algo de bótox cuanto antes- y dicho esto, corrió escaleras abajo lo mejor que la leve cojera se lo permitía.

Hijos de Agua y FuegoWhere stories live. Discover now