Capítulo 27: Renacer

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Cuando Kathleen abrió los ojos, se encontró con una pareja feliz mirándola y sonriendo; pero rápidamente la pareja se transformó en un techo con olor a desinfectante y luces blancas. ¿Dónde estaba?

Se miró el brazo y tenía conectada una vía con suero: estaba en el hospital. Verdad, ahora de repente todos los recuerdos se agolparon en su mente a modo de balas que la iban perforando.

La puerta se abrió y pasó una mujer de piel oscura y pelo rizado, que vestía un uniforme verde y sonreía continuamente.

-¡Vaya, señorita Gray, por fin despierta! Mi nombre es Thelma, y seré su enfermera. Voy a pasar a retirarle el suero- y desenganchó la vía de su brazo, limpiándole la minúscula herida con un poco de algodón mojado en agua oxigenada.

Kathleen observaba de manera distante a aquella vivaracha mujer. Su cuerpo se hallaba en aquella diminuta habitación de hospital, pero su mente vagaba por todo lo que había vivido en cuestión de dos días.

-¿Cuánto tiempo llevo dormida?

-Unas catorce horas, señorita. Al parecer tenía sueño acumulado, pero su salud está como un martillo.

-¿Hay más gente por aquí...?

Se oyó el sonido de pasos afuera, y un muchacho entró en la habitación, arrastrando un gotero consigo.

-¡Señorito Dennison, le he dicho que tiene que descansar!

-Me gustaría hablar con Kathleen, por favor. Solo serán unos minutos.

-De acuerdo- respondió la enfermera, saliendo de la habitación-. Tienen cinco minutos.

Nada más se marchó Thelma, Jay se abalanzó sobre Kathleen, le dio un beso y esta lo abrazó con fuerza.

-¡Ay!- gritó, agarrándose el brazo en el que se localizaba la vía.

-¡Perdona! Perdona, perdona. Me ha hecho mucha ilusión verte- se disculpó Kathleen.

Jay tomó asiento al lado de su cama, y la miró. Por primera vez desde que la conocía, podía estar con ella sin que la continua sombra de la Hermandad se cerniera sobre ellos. No sabía si estaba feliz o triste. Le sonrió.

-¿Qué tal estás?- preguntó, como si le leyera la mente. Y quizás, así fuera.

Jay suspiró, mirando a través de la ventana.

-Me siento... Raro. Me siento feliz porque puedo estar contigo sin ningún tipo de prohibiciones, tengo unos amigos maravillosos, he descubierto a mi familia, y hemos derrota a quienes trataban de dominarnos. Pero, por otra parte, todo esto se ha cobrado la vida de mi... Abuela.

Kathleen asintió. Una tímida lágrima surcó su mejilla izquierda.

-Gaelle nos protegió hasta el último momento, como había prometido desde antes de que naciéramos.

Ambos quedaron en silencio mientras las primeras gotas de lluvia caían, golpeando el cristal de la ventana.

Kathleen recordaba ahora con vergüenza cuántas veces el cielo había llorado con ella porque Jay no la miraba como ella deseaba. ¡Qué pueril había sido! Había cosas mucho peores en el mundo, cosas que no tenían arreglo ni siquiera a través de las lágrimas.

Ambos vieron en el cristal de la ventana reflejos de una mujer de boca prieta y ojos rasgados de un color sucio, como se había vuelto su propia alma. Les estaba sonriendo, y repetía "Muy bien, mis niños." Era el último recuerdo que se llevarían de ella.

De repente, la puerta se abrió y entró de nuevo Thelma con una bandeja de comida.

-Señorito Dennison, debe volver a su habitación. Ya habrá tiempo de reencuentros.

Hijos de Agua y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora