Capítulo 16: Lucy

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-Jay, concéntrate, Jay- la mirada de Margaret pedía a gritos ayuda. Sabía que algo había en el chico que no estaba bien.

Los fuertes cortocircuitos se siguieron produciendo. Una gran lámpara de cristal que pendía en el centro de la sala chisporroteó y se tambaleó, cayendo de lleno en mitad de una mesa. La colisión fue monumental.

Todo el mundo comenzó a gritar. ¿Qué estaba pasando?

Keegan miró hacia donde estaban su mejor amigo y la bibliotecaria. El rostro de Jay era duro cual piedra, y sus manos estaban fuertemente apretadas en dos puños. Se acercó corriendo.

-¡Jay, aléjate de ella!- le suplicó, mirando a Margaret con desdén-. ¡No es trigo limpio!

-¡Quítate del medio!- le espetó este, y lo empujó fuertemente. Una serie de descargas eléctricas salieron de sus manos y tocaron a Keegan, quien cayó mareado al suelo.

Instantáneamente, la luz se fue. Cuando regresó, Jay ya no estaba.

Margaret ayudó a Keegan a levantarse. Una vez estuvo en pie, ella también salió a correr.

Kathleen tragó duro y estudió el triangulado rostro de la mujer que estaba anudándole una goma al brazo.

-Es para la presión, para poder sacarte mejor la muestra de sangre- le dijo, mostrando una gélida hilera de dientes puntiagudos.

Bueno, solo se había sacado sangre para hacerse un análisis unas dos veces en su vida, pero hasta ahí llegaba para comprender, no necesitaba que la mujer se lo explicara. Y si, ¿y si se lo estaba explicando para distraerla? Es más, ¿y si la goma era un arma mortal que la dejaría en estado inconsciente? ¿Y si el director y sus amigos realmente eran vampiros? Las ideas bullían en su cabeza, a cual más estúpida e irreal, mientras que la misteriosa enfermera clavaba la aguja de la jeringa en su piel. Sintió un leve pinchazo,y después vio la sangre subir a través del tubo de la jeringuilla.

-Muy bien- susurró el supuesto doctor. Por su tono de voz y su forma de mirar, parecía enteramente un tigre a punto de cazar a una presa.

De repente, mientras el "depredador" se acercaba sigilosamente a tomar el tubo con la muestra de sangre de Kathleen, la puerta se abrió.

Alguien entró gritando, tiró varias sillas, y empotró la mesa y al doctor en la pared. Pero, ¿quién? No había nadie.

La luz iba y venía. Kathleen miraba a todas partes, asustada, hasta que la enfermera la soltó.

Entonces, todo el revuelo cesó, y Jay apareció en mitad de la sala agarrando al doctor Loick por los pelos.

Jadeó mientras lo soltaba. Se miró las manos, y las pasó por las distintas partes de su cuerpo.

-¿Qué... Sucede?

Kathleen sentía su corazón palpitar fuertemente en su cabeza, tanto que incluso dolía.

El director y los demás tragaron saliva. Margaret entró corriendo en la habitación.

-Señor Plassmeyer, creo que hay un problema con la luz, debería ir a revisar el contador.

Warwick la miró, anonadado, y respondió:

-Oh, claro. Bueno, Gray, Dennison, pueden irse a su estúpida fiestecita. Otro día proseguiremos con el análisis.

Indicó con la mano a Loick, Aurora e Ida que salieran, y Kathleen, Jay y Margaret los siguieron.

-Eso ha sido... Muy increíble- musitó Kath-. ¿Cómo lo has hecho? Quiero decir, yo nunca... Oh, estabas ahí y...

-No sé- Jay se sentía confundido. Estaba mareado y no recordaba claramente cómo había llegado hasta el despacho del director. Había salido corriendo de la sala, sí, pero no recordaba haberse vuelto invisible en ningún momento-. Simplemente, ocurrió.

La bibliotecaria fingió no escucharlos.

-Buenas noches, chicos, disfrutad de vuestra fiesta.

-Gracias- contestaron al unísono.

Cuando Margaret ya se encontraba lo suficientemente lejos, Kath se llevó las manos a la cara y comenzó a llorar, nerviosa.

-Kathy... ¿Estás bien?

Levantó la llorosa mirada y se encontró con los oscuros y cansados ojos de Jay. Debía ser agotador volverse invisible.

El impulso de Jay por agacharse y abrazarla era más fuerte que su sentido común. No recordaba con claridad ninguna razón para no hacerlo. "Te matarían, idiota", se recordó. Porque ya estaba convencido: había algo extraño en el Internado, no sabía el qué, ni porqué, pero querían algo de Kath y de él.

-Yo... Pensé que me matarían.

Jay soltó una sonora carcajada, la cual sonaba tan falsa como su sonrisa de incredulidad. Él mismo había corrido hasta el despacho porque pensaba que iban a matar a Kathleen, a la única chica que alguna vez le había importado.

-¿Qué motivo tendrían ellos para matarte?

Un cosquilleo recorrió la espina dorsal de Kathleen. ¿Qué motivos tendrían?

-No sé... No era por los motivos, eran... Sus miradas. Parecían depredadores a punto de dar caza a su presa.

Las imágenes de los penetrantes ojos de la reunión se venían a su mente, perforándola. Sabía que por mucho que lo intentara, no sería capaz; no había palabras para definir esa forma de mirar. Era, quizás, demasiado parecida a la imagen de aquel doctor con aquel bebé en brazos de su visión.

-Tranquilízate, ¿vale? Todo va a estar bien, yo nunca dejaré que te hagan daño.

-Suena difícil de creer cuando ni siquiera te puedes acercar a menos de medio metro de mí.

Kathleen se levantó.

-Será mejor que volvamos a la fiesta.

-Claro, una fiesta no es lo mismo si no está la princesa de la fiesta.

Kathleen sonrió ante el cariñoso comentario de su compañero, y ambos se dirigieron de vuelta al salón de actos, el cual presentaba una deprimente imagen tras la sacudida provocada por el temperamento de Jay.

"Las lágrimas corren a través de mi rostro mientras oigo al doctor hablar. Mi hija no nacerá o, mejor dicho, nacerá muerta. En el hipotético caso de que naciera viva, duraría unos minutos.

¿POR QUÉ?, grito, ¿POR QUÉ NO PUEDE NACER? AÚN NO LE HA HECHO NADA MALO AL MUNDO PARA QUE LA CASTIGUEN.

Cedric trata de tranquilizarme. Me agarra por los brazos y me sujeta a la camilla del ginecólogo.

-Gi... Eh, Bessie, cariño. Tranquila, cariño. Verás como todo sale bien, y la pequeña Lucy nacerá sana y salva.

-Sana y salva- escupo-. ¡Morirá, está condenada a la muerte, todas las Lucys lo están!- estoy fuera de mí, gritando improperios-. ¡Te pedí que no la llamáramos Lucy, pero al final acepté! ¡Y mira! ¡Nos dicen que morirá! Es el destino, el funesto destino de todas las Lucys.

Gill, 3 de diciembre de 1996"


Hijos de Agua y FuegoWhere stories live. Discover now