Capítulo 25: Enjaulados

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  El bólido 4x4 ronroneaba como un gigantesco tigre enjaulado a través de los peñascos cubiertos de musgo que se encontraban repartidos por aquel tétrico bosque. Kath, quien iba esposada y amordazada en la parte trasera, observaba el goteo que tintineaba sobre las ventanillas blindadas. Sería la humedad, se dijo.

  De repente, el coche dio un brusco frenazo y ella se golpeó la cabeza con el asiento del copiloto. Un punzante dolor le agitó la cabeza.

  "Ten cuidado, Kathy", le dijo una voz en su interior. Esa áspera voz... Era Jay, eso lo sabía. No entendía cómo, pero podían comunicarse incluso separados por las dos horas de distancia que tenían ahora mismo de por medio.

  -Bájate del coche, rubia- la llamó Aurora, en tono despectivo, desde el exterior.

  Kathleen la miró desafiante, y entonces la otra comprendió su incapacidad al estar atada de pies y manos. Corrió a liberarla, y la agarró fuertemente del brazo. Así salieron al exterior.

  Kath aún recordaba el oscuro a la vez que encantador bosque de la cabaña donde Jay y ella descubrieron las primeras señales de existencia de Gaelle. Las sensaciones de frío y humedad en el ambiente se repetían del mismo modo; pero aún así, había una sensación nueva: el miedo podía incluso olerse entre el fuerte perfume a tierra mojada que inundaba el páramo desolador. Había una extraña neblina que rodeaba una cabaña de las mismas características que aquella primera donde estuvo solo unos meses atrás, pero esta tenía tablones roídos y derrumbados por el paso del tiempo junto a su puerta cubierta de oxidadas puntillas. Los árboles, altos y muy verdes, deberían ser bonitos si los mirabas desde la carretera; pero en aquel plano, solo conseguían intimidar y generar un estado de congoja latente en Kathleen.

  -Espero que te guste tu nueva morada.

  Aurora abrió la puerta de la minúscula cabaña, haciendo así salir a varios murciélagos de su interior.

  Justo cuando las gotas de moho del marco de la puerta golpearon la nuca de Kathleen, esta se volvió y dijo:

  -Si solo me queréis para obtener mi sangre, ¿qué hacéis trayéndome aquí? ¿No sería más fácil sacármela poco a poco en otro sitio que no sea este bosque perdido en ninguna parte?

  Aurora lanzó al aire una risa pérfida, que más bien adquirió tono de cacareo.

  -Eres demasiado peligrosa junto al chico. A tu lado, él se vuelve fuerte y valiente. Sin ti, no es más que una masa de hueso y carne, fácilmente maleable. Cuando acabemos con él, regresaremos a recogerte. Anda, entra y que tu compañero de piso te explique los horarios de comida.

  Y sin más, la empujó hacia el interior de la cabaña, y cerró la puerta con llave.

  La oscuridad la envolvió como una gélida sábana de la que no podía zafarse.

  "Jay, si de verdad puedes escucharme, ayúdame. Estoy enjaulada."

  Como un pájaro al que no dejan volar. Esa era ella.

  -Siento que la luz sea muy débil, pero es que se me han acabado las cerillas.

  Una voz masculina la sorprendió por la espalda. Al girarse, se encontró con unos oscuros ojos iluminados por una triste vela. Gritó y salió corriendo hacia la puerta. Por desgracia, seguía atrapada allí con un extraño.

  -Eh, eh, eh, Kathleen. No tengas miedo. No voy a hacerte daño.

  -¿Cómo sabes mi nombre?- gritó, aún con un nudo sin deshacer en la garganta.

  El joven sonrió, como si aquello fuera lo más obvio del mundo.

  -Sé de tu existencia desde los catorce años, cuando tú tenías unos once o doce. Yo comulgaba de las ideas de Warwick. Era su más joven recluta.

Hijos de Agua y FuegoWhere stories live. Discover now