Capítulo 23: Asimetría

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-Warwick- escupió Jay, al ver delante de él al principal cabecilla de toda la trama, al hombre de los ojos inquietantes, al hermano de... A su tío abuelo.

Warwick lucía una sonrisa ladeada, cínica, con lo que se abrían todas y cada una de las arrugas de su rostro, confiriéndole aspecto de pasa rancia. Se acercó más a ambos, con paso lento, saboreando el sonido de sus mocasines sobre la descascarillada madera. Llevaba las manos tras la espalda, entrelazadas a modo de villano de película barata.

-¿No crees que deberíais alegrar un poco esa cara? Os estoy haciendo un favor.

-Já. Ni siquiera sabes lo que significa esa palabra- le recriminó, enfrentando su mirada. Los ojos grisáceos del señor Plassmeyer le sonreían de un modo inquietante; a lo que él le respondía con unos ojos cargados de rencor y resentimiento-. ¿Sabes? Siempre lo supe. Desde el mismo instante en que me invitaste con una muy lograda amabilidad a no relacionarme con la señorita Gray; desde entonces soy consciente de que tú planeabas algo en nuestra contra.

-Creo que lo exageras todo un poco- comentó, mirándose el brillante anillo de oro macizo que llevaba alrededor de su dedo anular-. Mis instrucciones eran para facilitaros las cosas: nunca os íbamos a dejar estar juntos, era mejor que os ignorarais. Pero parece ser que no sabéis seguir unas simples pautas. He aquí las consecuencias.

-¿Cómo siquiera sabes que Kathleen y yo nos hemos tocado?

Warwick se agachó y quedó de cuclillas con el rostro a unos centímetros del de Jay. Le susurró, en un tono mortíferamente bajo:

-No hay que ser muy listo, querido Dennison: ahora mismo estáis con las caderas pegadas- el aliento le apestaba a café y puros-. Pero de todas formas, allí- dijo señalando la estantería al lado del espejo-puerta- se esconde nuestro cuartelillo general, diríamos. Mi queridísima sobrina os pilló infraganti cuando estabais dándoos el lote.

Tomó la mano de Kathleen, que se hallaba con la mirada perdida en algún punto recóndito de la sala.

-Mi linda señorita, ¿querría que empezáramos las extracciones de sangre con usted?- acarició su sedosa mejilla, pasó sus rugosos dedos a través de los cabellos de Kathleen, enredando los dorados mechones por sus anillos-. Eso de ignorarme no hará que no la atrape. Es lista, como su madre. Tiene la misma cara de muñeca de porcelana, y la voy a subir a mi estante- su mirada se volvía sórdida y turbulenta, como el agua sucia del alcantarillado.

El golpe vino sin que él se los esperara. El puño de Jay encontró su desahogo contra la nariz del pérfido director, que cayó sentado y pasándose las manos por la nariz. La rancia sangre le emanaba y descendía a través del rostro.

-Apártate de ella, viejo verde- imperó.

-Mi querido Jay- siseó el director, acercándose de nuevo hacia él. Su voz ronca se había aclarado debido a sus dedos apretando el puente de su nariz, en un nulo intento por cortar su hemorragia-. Creo que no te han enseñado modales, ¿eh? ¿No te parece que un puñetazo no es la forma más adecuada de recibir a tu tío abuelo?

Jay tragó saliva, atemorizado por la fiera expresión de su tío. De vez en cuando tenía un pronto de fiereza; la valentía y la hombría se le elevaban hasta límites insospechados. Sin embargo, mirar a ese hombre que compartía sangre con él lo transformaba en un cachorro indefenso tirado en mitad de un campo lleno de perros salvajes.

Entretanto, Kathleen continuaba con la mirada perdida en alguna parte: el recuerdo de esta ocasión era diferente a todos los anteriores. No solo estaba viendo a su antecesores y padres, sino que, además, podía... Oír los pensamientos de Cedric. Escalofriante.

Hijos de Agua y FuegoWhere stories live. Discover now