Prólogo: Los polos opuestos

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«Día y noche. Invierno y verano. Frío y calor. Mujer y hombre. Blanco y negro. Luz y oscuridad. Agua y fuego. Las dos caras de una moneda, unidas y a la misma vez separadas para siempre. Los polos opuestos siempre van enlazados uno con el otro, no puede dominar ninguno sobre el contrario; la verdadera armonía se encuentra cuando ambas partes están unidas y no se pueden separar. La vida continúa mientras el ser humano sepa vivir en paz con el medio que lo rodea, y ningún factor quiera sobreponerse sobre otro. Y así fue como nacieron los Hijos de Agua y Fuego.

Los Hijos de Agua y Fuego son un hombre y una mujer nacidos en el seno divino de una familia normal. Sin embargo, siempre acaban siendo huérfanos, puesto que en el momento que un ser ordinario, que normalmente suelen ser los padres y los familiares que presencien el parto, mire a un Hijo de Agua y Fuego recién nacido a los ojos, se irá. Así es que ambos crecen separados, sin saber de la existencia del otro, pero con la continua necesidad de encontrar a alguien, ya que si pasan demasiado tiempo alejados se marchitarán hasta finalmente morir. Por eso el Destino se encarga de unirlos. Ambos, en el mismo instante en que se toquen, quedarán perdidamente enamorados del otro y ya no existirá fuerza que pueda separarlos. Su misión, simplemente es existir juntos, enamorados, para simbolizar el amor sobre el odio, y la armonía e igualdad; solo han de representar que el ciclo de la vida continúa su curso sin problemas. Y, así es que mientras ellos existan, esta paz reinará per saecula saeculorum. Los dos estarán dotados de dones especiales, incluyendo la capacidad de recordar la vida de los otros Hijos anteriores. Y ninguno de los dos morirá, mientras no hayan nacido los nuevos Hijos. Podrán marchitarse si no son felices, pero jamás morirán del todo mientras no tengan sustitutos. Por ello, ha habido Hijos que vivieron siglos esperando a sus sucesores. Es por eso también, que al tener sangre de vida, aquella persona que no sea un Hijo y beba de su sangre, alcanzará la inmortalidad. Desde el inicio de los tiempos, junto con los Hijos de Agua y Fuego, han existido Hermandades de Hombres Malos, dispuestos a todo por conseguir la sangre de los Hijos. Los Hombres Malos han intentado de todo; incluso, en alguna ocasión, han llegado a separar a ambos antes de que se conocieran, para que se marchiten y puedan irles quitando la sangre poco a poco...

Por desgracia para ellos, la sangre de los Hijos solo concede la inmortalidad cuando estén verdaderamente felices; mientras que si se marchitan estando tristes, su sangre únicamente sirve para aumentar la esperanza de vida... Así es que un Hombre Malo, pensando y pensando, llegó a la solución: presentar a los Hijos de Agua y Fuego, para que sean felices con la presencia del otro, pero sin permitir que se toquen, puesto que una vez que se toquen, no conseguirán volver a separarlos. Y estaba en lo cierto. Por ello, cuando nacieron los nonagésimo novenos Hijos de Agua y Fuego, esa fue su táctica. Todo iba bien, hasta que desaparecieron misteriosamente y nadie ha vuelto a saber de ellos. Han pasado ya muchos años, y no han encontrado a los siguientes Hijos. Sin embargo, puede que los encuentren pronto... »

Hijos de Agua y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora