☾Capítulo 7☽

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—Me voy a morir —expreso bajando de la bici mientras abrazo el cereal como si fuera mi mejor amigo de toda la vida.

Estela me observa con curiosidad y niega con la cabeza.

—No te vas a morir —se encoge de hombros sonriendo.

—Tal vez esto es el cielo —digo. Me acerco a mi amiga y toco su mejilla con mi dedo pulgar —tal vez eres un ángel.

Mi amiga sonríe mientras me da un manotazo para que deje de picar el dedo en su mejilla y sonríe con altivez.

—Tal vez lo soy —agrega observándome con diversión.

Yo hago mueca de asco arrugando la nariz y niego con la cabeza.

—Tú pareces más un duende —agrego y veo como finge que se asombra y disgusta como broma.

—Mira quien habla —se mofa de mí —la tipa que va a la tienda en pijama y pantuflas de perrito.

Yo rio y niego con la cabeza.

—Vengo por tí a las dos en punto.

—Vives a la vuelta, puedo ir yo por tí —sugiero mientras me encojo de hombros restándole importancia —Diosito me dio piernas para caminar.

—Y pantuflas de perrito para hacerlo con estilo —nos reímos un momento más y ella se va en su bicicleta rosa con la compra en su canasto.

Yo me quedo con mi paquete de cereales y la observo irse.

Camino rápido al interior de mi casa cuando oigo que un auto se detiene en la casa de al lado, donde vivían mis anteriores vecinos y aparentemente ahora hay vecinos nuevos.

El auto es negro, de apariencia nueva pero promedio. Me recuerda mucho a las camionetas 4x4.

Con curiosidad observo que se baja un tipo con gorra negra cubriendo su cabeza, viste una remera azul y pantalones oscuros. Es alto y bastante delgado pero musculoso.

Después de bajarse del vehículo lo rodea y va a la puerta de copiloto.

La abre y tiende su mano para tomar la de la persona que estaba dentro. Una mujer de entrada edad desciende del vehículo. Puedo ver su rostro desde aquí. La mujer es pálida, con la piel tan pálida como el mismísimo papel y los cabellos blancos y largos hasta los hombros.

Es un poco regordeta pero vital a la vez. Puedo deducir que tiene unos sesenta o setenta años de edad.

Cuando la mujer desciende del auto el sujeto procede a ir a abrir la puerta de atrás del vehículo y mis ojos ven salir a un gran e inmenso perro tan negro como la noche. El perro es tan grande como un gran danés aunque su complexión física es idéntica a la de pitbull. Es un pitbull negro gigante que más parece una pantera que un perro. Me imagino que si el mismísimo demonio tuviera un perro, sería igual de feroz que este.

El perro inmediatamente de haber descendido empieza a olisquear en el aire, hasta que sus ojos amarillentos se clavan en mí. Parece que sintió mi mirada clavada en su ser, porque me observó instintivamente.

En ese momento, sentí el verdadero terror.

Nunca fui de las personas que le temen a los animales, pero tener a un perro de esas dimensiones mirándome como si yo fuera un rico y jugoso bistec es lo más cercano que estuve a la muerte.

Pasé saliva mientras mi corazón empezó a latir a toda velocidad en mi pecho y empecé a caminar lentamente hacia adelante para resumir los dos metros que me alejaban de la puerta de mi casa.

Malas IntencionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora