Bajo del automóvil y me despido del chofer, para luego ayudar a J a bajar el proyecto.
Aunque bueno, él me lo impide diciéndome que puede solo.
Así que solo me quedó seguirlo mientras entraba al instituto.
A mi alrededor, observo a los alumnos llegar con sus proyectos de ciencias y entrar al instituto con ellos.
Veo cosas muy elaboradas, pero ninguna tan perfecta como la mía.
Digo.
Humildad al 100%.
J no se detiene y camina con el mecanismo hasta el aula con el aire acondicionado donde debemos conectarlo y en cuestión de diez minutos queda todo listo y yo cumplí con la misión del día.
Ahora solo me queda pudrirme como una uva pasa hasta que toquen las 9 y empiece la tonta feria que me quita mi sueño.
Observo que J termina de hacer los ajustes y guarda las herramientas en mi bolso de herramientas.
¿Qué voy a hacer con ellas cuando termine el proyecto?
Tal vez no debería haber comprado tantas cosas y limitarme a aceptar que Luz las preste, pero el problema es que no me gusta deberle nada a nadie.
—Listo —dice J saliendo del aula conmigo siguiéndolo por detrás.
—Perfecto, después de todo parece que sabes usar las manos —le digo y observo de reojo que pone los ojos en blanco bajo su gorra que oculta su rostro.
Y entonces ahí estamos, caminando uno a la par del otro mientras los estudiantes del instituto empiezan a llegar mientras hablan de la feria y trivialidades.
Y es ahí donde lo noto.
Todas las chicas del instituto se giran para ver a J y parece que sienten un magnetismo que las hipnotiza. No hay una sola cabeza que se gire en dirección de la estela de peligro y perversidad que J deja a su paso y entiendo perfectamente por qué dicen que es un orgasmo caminante.
Él, sin embargo, solamente camina con las manos en los bolsillos y la vista al frente, ignorando a todos y todos sin siquiera hacer contacto visual con ninguna persona.
Y bueno, yo lo sigo al lado mientras voy comiendo mi alfajor.
J y yo caminamos hacia la cancha de fútbol ya que aún falta que armemos nuestro estand con la presentación y los folletos informativos que aún debo imprimir con la impresora del aula de periodismo.
—J, sonríe que te miran tus admiradoras —le digo en tono de burla llevándome una pastilla a la boca.
J no me mira y sigue caminando con aire despreocupado.
—Oh ya veo, deberías haberme dicho que no tienes dientes —le digo esperando que se enoje y me diga algo, pero pasa de mí olímpicamente—. Oh no, ya sé, seguro cuando eras un niño te portabas tan mal que Santa Claus te trajo una piedra de carbón y entonces desde ese día dejaste de sonreír. Por lo tanto odias la navidad con todas tus fuerzas y vas por ahí contagiando tu cara de ogro.
—Tyson, deberías internarte en el loquero —corta mi divague mientras me observa de soslayo. Yo me encojo de hombros y como otra pastilla.
—Tal vez ya estoy ahí y tu eres una horrenda alucinación —me mofo de él quien frunce el ceño y me mira de soslayo.
—Deberías dejar la azúcar —dice sin más, restándole importancia a las palabras.
Yo chasqueo la lengua.
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Malas Intenciones
RomanceCuando tu mejor amiga de toda la vida traiciona tu confianza y compite contra tí por el amor de tu crush, tienes solo dos opciones. Una es dejar todo pasar, y la otra es acosar al nuevo chico misterioso de tu instituto con fama de fuckboy y crear un...