☾Capítulo 9☽

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Camino por la acera a un ritmo que tranquilamente podría ser confundido con un trote. Y es que casi vuelvo a olvidarlo.

Ayer tuve que enviarle unas disculpas a Luz por haberla dejado plantada con lo del proyecto, así que me sugirió que nos juntemos en la ferretería para comprar el material que nos hace falta.

Necesitamos unos tubos de metal y un par de herramientas, yo nunca fui muy buena con las herramientas aunque bueno, si cuentan las manualidades de la escuela tal vez soy buena con las manos.

«También con otras cosas pilina»

Sacudo la cabeza para evitar esa clase de pensamientos. Mi subconsciente a veces se pasa de la raya.

Cruzo de acera en un trote hasta la ferretería donde Luz me está esperando impaciente. Y es que llego diez minutos parte.

Lo sé, es mi maldición.

Cuando Diosito me hizo puso en el frasco una pizca diminuta de altura, mucho de cachetes y una tonelada de impuntualidad. No puedo, es imposible, el día que llegue puntual a algún lugar va a ser el último día del mundo, mínimo.

Es que sí, algunos nacen con el don de la belleza, la habilidad y después está mi clase.

Un subgrupo de personas que el día que sean puntuales, el cielo se cae.

Luz me observa cruzar la calle y alza la mano en saludo.

Me detengo a lado y meto mis manos en los bolsillos delanteros de mi pantalón de jean negro.

—Hola chica —dice la morena mientras me observa.

Trae una mochila azul en uno de sus hombros, viste un jardinero y una camiseta de manga larga y rayas de colores. Además lleva el cabello suelto lo cual hace que note el largo. Tiene un cabello castaño oscuro con pequeños tirabuzones, que no son afros, sino que caen con gracia hasta su cintura.

Me imagino que cuesta mucho trabajo mantenerlo así de perfecto. Yo solo me encargo de mantenerlo limpio, muchas veces me olvido de peinarlo pero ayuda mucho que mi cabello apenas si tiene ondas.

—Hola —saludo de vuelta y observo dentro de la tienda —disculpa la tardanza.

Luz ríe y niega con la cabeza.

—Tranquila chica, al menos hoy si viniste —chasquea la lengua y se encoge de hombros luego de decir eso de forma graciosa.

Por un momento me da un poco de vergüenza su broma y me siento un poquito mal por dejarla plantada.

—No lo vuelvo a hacer —me escudo sonriendo. Ella se encoge de hombros y del bolsillo de su jardinero saca una libreta. Desde mi lugar puedo ver que dice «Materiales para el proyecto»

—Vamos —ordena y yo asiento mientras imito a un soldado, poniendo una de mis manos en mi frente y parándome firme tal como saludan los soldados.

—La sigo capitana —digo fingiendo seriedad absoluta.

Veo a Luz sonreír y empezar a caminar dentro de la tienda. Cuando abre la puerta se oye el tintineo de la campana que avisa que alguien entró. Lo primero que ocurre cuando entro, es que siento un increíble olor a metal. Este es el típico lugar con olor a fierros, típico de un tipo duro.

Aunque también hay un peculiar aroma dulzón en el ambiente, olor a perfume de ambiente, de ese que se utiliza en las tiendas de ropa que hace que den ganas de quedarse allí y el mismo que uno no espera encontrarse en una tienda de herramientas.

Malas IntencionesWhere stories live. Discover now