❝Tipo de ansiedad que tiene que ver con el miedo a la muerte, el proceso de morir o perder a un ser querido.❞
Con la llegada de la guerra, James Potter tiene miedo de perder a las personas que ama.
Hay gente que tiene miedo de morir, el simple hecho...
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Remus estaba padeciendo los síntomas prelunares. Esa misma noche sería la luna llena y el castaño estaba sufriendo bastante.
Alexandra estaba cuidando de él, ambos estaban en la habitación de Sirius mientras los otros dos chicos buscaban una poción que Euphemia prepararía.
–¿Los Potter no saben nada?
–No. –dijo con voz ronca. –Tal vez sospechan, son inteligentes. Pero no.
La chica asintió y se levantó para mojar una toalla en agua fría. Remus se quejó por lo bajo al sentir una puntada en su cabeza.
–James y Sirius traerán la poción pronto. –dijo intentando relajarlo.
Alex reprimió una mueca triste al ver la palidez y el estado enfermo del chico, se acercó y colocó con cuidado el paño húmedo sobre su frente.
–¿Hablaste con Cornamenta?
La chica elevó una ceja e ignoró la pregunta del chico mientras buscaba un termómetro dentro del botiquín.
–¿No te duele la cabeza para hablar?
Remus rió levemente y cerró sus ojos relajándose un poco, pero aún así insistió.
–Entonces..
–No, no hablé con él.
–¿Estás enojada?
–Debes quitarte esto. –dijo tocando su playera. –Está mojada con sudor, será peor.
–Hace frío.
–Lo sé. –dijo quitándole el paño y acariciando los mechones húmedos de su frente. –Pero será peor, quítate la remera y una vez que bebas la poción, te irás a duchar. –ordenó.
–Aleeeex. –se quejó como un niño.
–Sabes que te hará sentir mejor. –dijo con voz calma.
–Serías una buena madre. –dijo abriendo sus ojos y mirándola. La chica rió mientras negaba con su cabeza.
–No lo creo.
–¿No te gustaría?
–Es algo raro hablar de niños. –comentó haciendo una mueca graciosa. –Pero, sí. Algún día sería lindo.
–Bueno, exijo mi puesto como padrino. –comentó burlonamente.
–Deberás luchar contra Sirius. –comentó mientras ayudaba a Remus a quitarse su remera.
–Lo haré, créeme.
Alex sonrió y le colocó el termómetro debajo del brazo al chico, tocó su frente y suspiró pesadamente al sentir que la temperatura no bajaba.
A la chica le dolía bastante ver todo lo que Remus tenía que atravesar. Podían ser síntomas relativamente normales, pero el hecho de que sucedan una vez por mes era algo molesto.
