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James bostezó y se desperezó en la cama, la luz del sol entraba de forma intensa a la habitación, estaba seguro que de no ser por eso hubiera dormido un poco más

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James bostezó y se desperezó en la cama, la luz del sol entraba de forma intensa a la habitación, estaba seguro que de no ser por eso hubiera dormido un poco más.

El mes de febrero de 1981 ya estaba en pleno auge. Un tiempo había transcurrido, y ni así la guerra había disminuido.

Aún así, él se sentía feliz, al igual que Alexandra. A pesar de dormir mal, los problemas en la Órden y en el Mundo Mágico, ambos sentían que sus vidas había cambiado con la llegada de Samantha y Harry.

Miró a su lado, notando que Alex no se encontraba. Y luego dirigió a su vista al reloj, donde se sorprendió al ver que eran cerca de las 10:30 de la mañana.

Se levantó y, sin molestarse en arreglarse o lavar su rostro, bajó por las escaleras para dirigirse a la cocina.

Desde allí se podía oír la melodía de una canción de The Beatles, y la risa de la pequeña Samantha.

Ingresó y se encontró con una de sus vistas favoritas. Samantha estaba en el suelo, jugando con la pequeña Olivia, aunque la gata no tenía pinta de estarla pasando muy bien que digamos. Harry estaba en brazos de su madre, que movía su cuerpo de forma lenta al ritmo de la música, mientras cocinaba.

Alexandra estaba de espaldas, sin notar la presencia de su esposo, pero Harry, al ver que su padre ingresaba, chilló con emoción y movió sus pies.

Samantha, al oír a su mellizo, miró a su alrededor sobresaltada para encontrarse con su padre, y al instante copió a su hermano para recibir atención.

–Buen día.

Alex se giró y le sonrió, mientras le daba a Harry ya que el menor pareció olvidarse de su madre por completo.

James lo tomó en brazos y se agachó para alzar a Samantha antes de que se suelte a llorar. Para ser niños de siete meses parecían expresarse y entender demasiado.

–Buen día. –respondió ella besando sus labios cortamente.

–Es tarde. ¿Por qué no me has levantado? –preguntó mientras balanceaba su cuerpo para divertir a su hijo.

–Creí que podías dormir un poco más, las últimas noches fueron desastrosas. –sirvió café en una taza y lo calentó con un simple movimiento de varita. –¿Descansaste?

–Como nunca. –festejó el azabache. –¿Sabes? Deberíamos irnos.

Alex lo miró con el ceño fruncido y una expresión divertida. Le tendió la taza y automáticamente, James dejó los niños en el suelo para tomar asiento y dar un gran sorbo.

–¿Ah si? ¿Dónde deberíamos irnos?

–Eh, no lo sé. ¿Cuba? –ella apretó sus labios para no reír. –¿Italia? No lo sé, irnos.

–¿Y eso por qué?

–Merecemos vacaciones. –se mofó.

–Podremos tener vacaciones luego de que esto termine.

THANTOPHOBIA; James PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora