𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟗

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𝕰𝖓𝖙𝖗𝖊𝖓𝖆𝖓𝖉𝖔 𝖊𝖑 𝖔𝖉𝖎𝖔

Despierto con el sol mañanero que me da directamente en la cara. Me pongo los zapatos difícilmente ya que mis perros se encuentran acostados en la alfombra y no pretendo despertarlos.

Me doy una ducha y finalmente me visto con un cómodo vestido, lo necesario para llamar la atención y que las personas del reino me respeten como la futura reina, si voy a arruinar mi vida al menos haré que valga la pena.

La puerta es golpeada, está vez no tan fuerte como la anterior, por lo que supongo que se trata de una mujer.

Abro y me topo con una chica, alta y de cabello castaño claro atado en un moño, ella lleva traje de sirvienta que deja a la vista su aparente clase social. En el reino de mi madre esto jamás sucedía, todas las sirvientas vestían trajes igualmente valiosos que cualquier noble, así nadie las miraría mal o menospreciaría por su trabajo. Nadie elije limpiar la mierda de los ricos, pero la necesidad a veces los obliga.

—Señorita, disculpe las interrupciones, espero no haberla despertado, el rey me mandó a qué le avisara que está listo para llevarla a escoger a su guardia.

—No te preocupes, no me has despertado, vamos, no hagamos esperar a "su majestad"—digo sin pulir mi claro sarcasmo.

—Si me permite que se lo diga, señorita, me alegra que haya una mujer nuevamente en el trono, no lo oyó de mí, pero—ella se acerca un poco a mi para susurrar—Esos dos vuelven este castillo un lugar muy oscuro, estoy segura de que usted cambiará eso.

Sonrío ante sus palabras, es una muchacha muy agradable, debe tener unos dieciséis años quizá poco más.

—Estoy segura de que algo de eso es cierto, esos dos solo sirven para pelear entre ellos.

Ella ríe levemente mientras bajamos las escaleras, al final de las cuales se encuentra el rey, esperando por mí.

—Se ve hermosa, señorita Eris.

Una sensación de desagrado me llega a la garganta, asco.

—No me interesan sus cumplidos, por favor guárdeselos.

Él ríe ante mi comentario.

—Sabia que dirías algo así, vamos, estoy muy ocupado, no tengo tiempo que perder.

Lo sigo pero antes de que lleguemos al jardín, un par de hombres bien vestidos se acercan a nosotros apresurados y el rey entiende que deben hablar con él a solas.

—Vuelvo enseguida.

No, no lo hagas...

Solo asiento.

Mientras espero, un ruido en las escaleras llama mi atención y cuando me giro puedo ver a Caos, bajando por ellas como todo un príncipe. Con su clásica capa roja que baila mientras desciende y el arnés de cuero, abrochado en equis, que tiene en su pecho, va haciendo ruido a cada paso que da. Su cabello está despeinado pero aún así se ve bien, lleva un par de collares en su cuello y unas botas negras que lo hacen ver aún más alto de lo que ya es.

Él no parece estar en este mundo, va tan desconcentrado  que podrían arrojarle un cuchillo y no se daría cuenta hasta que se clave en él.

Al bajar por completo, es cuando nota mi presencia y se tensa al instante pero no sé detiene, sigue su camino triunfante, con la frente en alto y sin mirarme siquiera. Casi ha salido del castillo, cuando su padre lo llama y se frena en seco.

—Hijo, iba a llevar a Eris con los alumnos de Bastian para que ella escogiera a un guardia para que se mantenga a su lado.

—¿Y qué tiene que ver eso conmigo?.

Los Juegos De ErisUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum