𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟑𝟑

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𝕾𝖔𝖑𝖊𝖉𝖆𝖉

ERIS

Todo es gritos y descontrol, la sangre me salpica la cara y mancha el blanco de mi vestido. Puedo imaginar mis aspecto, mis lagrimas escurrir mi maquillaje, viendo el cuerpo tendido del padre de Caos, mientras la sangre borbotea en su cuello, llevándose los último rastros de vida que le quedan.

—¡Mátenla!—vocifera la reina de los cisnes, pero nadie logra oírla por la inmensidad de gente que ahora corre en todas direcciones. Le sonrío esperándola, retándola. Arrebato la espada de un guardia que pasa corriendo y la observo, con una sonrisa ladeada, midiendo cada movimiento que hace.

Mis ojos se van hacia Caos, quién me observa a mí y a su padre intercalando la mirada entre ambos, está asustado, sorprendido tal vez. Bastian llega detrás de el y lo obliga a apartar la mirada para alejarse del lugar, Caos parece querer decir algo, pero finalmente baja la mirada y se marcha con su amigo.

—¿De esto se trata todo no?, ¡De arruinar mi vida y matar a cada persona que me importa!, ¡Todos aquí merecen morir!, ¡Yo misma los asesinare!, ¡Uno por uno!, Hasta que no quede nada, ¡hasta que rueguen por piedad!

Mis gritos hacen que las personas que aún quedaban en el jardín, salgan huyendo y las que no han salido, comiencen a salir. Mi hermana es una de ellas.

Ella no comprende que sucede pero al verme cubierta de sangre y a mi esposo muerto en el suelo, su rostro cambia. Corre hacia mí pero cuando nota la espada en mi mano, se detiene.

—Tú, Gena, eres todo lo que me queda,  así que por favor necesito que te alejes de aquí...

—Eris... Hay algo que debo decirte.

—Luego, puedes hacerlo luego, debo matar a esa perra primero.

Escucho la risa de la reina, mientras camina hacia mi, aún después de todo sigue siendo arrogante, derrochando, ostentando poder a cada paso que da.

—No te queda nada... Ni siquiera ella...

—¡Cierra la boca!

—¿Quién crees que nos avisó del niño bastardo?, ¿Cómo crees que llegó esa información a nosotros?, Todos te odian, incluida tu familia...

—Eris, eso no es verdad, no la escuches, lo lamento, ¡tienes que oírme!—mi hermana grita mi nombre desde lejos pero todo a mi al rededor parece desaparecer, no escucho lo que dicen, tan solo veo la espada.

no...

No puedo creer lo que está sucediendo, mi cabeza duele, no quiero creerlo, me niego a pensar que mi hermana nos vendió así de fácil, no... ella jamás me haría algo así... quiero creerle a mi hermanita, pero en cuanto veo su rostro, noto ese asqueroso sentimiento, la culpa yace en sus ojos y ella llora sin parar, culpable...

Tomo el arma a una velocidad increíble incluso para mi y la apunto, directamente al cuello de Gena.

—Eris, baja la espada, por favor, debes escucharme, ¡puedo explicártelo todo!

—Tu... ¡Fuiste tu!, ¡Todo lo que hice fue por ti!—grito lo más fuerte que puedo—¡Desarmé mi vida entera para que pudieras vivir en paz! ¡Y así es como me pagas!, ¡Yo tenía un plan!, ¡Yo iba a salvarte!, ¡Haru iba a ayudarte a escapar!, ¡Pero lo asesinaste!, ¡Lo lanzaste a los lobos para salvar tu puto pellejo!, ¡Perra traicionera!.

—Eris... Entiéndeme, soy tu hermana, te amo, por favor perdóname, tenía miedo...

—¡¿Crees que no tuve miedo?!, ¡¿Que no estuve aterrada mientras veía a todos conspirando para rebanarme el cuello?!, ¡Claro que me asusté!, ¡Pero no te dejé morir!
—Siento que el enojo en mis venas se incrementa cuánto más pienso las cosas, ya no me importa nadie más, quiero matarla.

—¡Eris!, ¡Perdóname!—Ella llora desconsoladamente y siento ganas de patearle la cara para que ya no lo haga.

Aprieto la espada bajo mi mano y avanzo hacia mi hermana o lo que queda de ella. Gena cae al suelo suplicando que la deje vivir.
 

No estoy segura de ser capaz de matarla, no creo lograrlo por mucho que ahora la quiera ver muerta, es mi hermana menor y es demasiado doloroso siquiera pensarlo, aun así, la ira no se detiene, voy a golpearla, pero entonces una voz me llama y hace que voltee a mirar de dónde proviene.

—¡Princesa!.

Azra se encuentra sobre un blanco corcel, acompañado por al menos cinco caballeros del reino de los cisnes. En ese momento veo a la reina sonreír con arrogancia, cómo si tuviera la Victoria asegurada, pero desconoce quién soy, ella no sabe por lo que he tenido que pasar y lo que pasaré, no tiene idea de lo mucho que me he esforzado entrenando, puede que no salga viva al enfrentarme a cinco hombres armados, pero al menos lucharé hasta morir.

Nunca me he considerado malvada, nunca he tenido sed de venganza a tal punto de no tener escrúpulo alguno, pero esta vez es diferente. Algo en mi cambió, lo siento, algo en lo más remoto de mi interior ha cambiado, evolucionado, quitando todo rastro de miedo e inseguridad que pudiera sentir antes, ha llegado una nueva versión de mí, una que no le teme a la muerte, una que ya ha perdido bastante, lo necesario, una, que está harta.

—Príncipe Azra, debo decir que me da gusto haberlo conocido...—empujo a Gena y me giro hacia los soldados.—Es por eso, que voy a darle una oportunidad, de formar parte de mi reinado, de estar donde debe estar, de ser libre.

Él se queda callado, mas por el contrario, su madre se desespera y Liz, esa niña malcriada, se esconde detrás de la gran falda de mami.

—¡Hijo!, ¡haz algo!, ¡ella acaba de asesinar al rey!—exclama la reina.

—usted ha matado más reyes que ella, madre...—responde Azra aún mirándome, lo que me hace sonreír, quizá después de todo no habrá que luchar.

—¡Azrael!, ¡Estás acusándome de cosas impropias de una reina!, ¡Eres mi hijo!, ¡el príncipe de mi reino!, ¡debes obedecerme!

—¿Lo ve príncipe?—hablo nuevamente—jamás tendrá voz propia dentro de ese lugar, pero conmigo... Solo imagine las posibilidades.

—Su majestad, debe haber una forma, no hay porqué pelearnos entre nosotros, todos somos hijos del señor... ¡nadie más debe morir!—habla el padre que minutos atrás nos había juntado en sagrado matrimonio al rey Frederick y a mi.

Inconscientemente suelto una carcajada.

—Durante toda mi vida he querido hacerlo padre, parar las guerras, a evitar la sangre, proteger a los indefensos pero... Mire a dónde me llevó. Toda mi familia ha muerto, mis amigos me traicionaron y hasta el amor ha dejado mucho que desear, dígame padre, ¿Qué podría hacer dios para remediar algo como eso?

—Dios es grande hija mía, él todo lo puede, solo debe creer en que lo hará...

Niego con la cabeza lentamente.

—Ya no más padre, no más espera, no más piedad... Si dios está ahí arriba, entonces espero que esté llorando por todo lo que me hizo.

Dicho eso, aprieto la espada bajo mi palma y avanzo hacia la reina. Voy a arrancarle la cabeza, a ella y a su preciosa hija, cortaré su piel, un corte por cada azote que recibí en su nombre, un golpe, por cada lágrima que derramé.

Azra intenta detener a sus soldados, pero estos tienen un deber claro, defender a la reina, por lo que se ponen a la ofensiva, dispuestos a matarme.

No se con seguridad si saldré viva de esta pelea, pero de lo que si estoy segura, es que no dejare que me humillen de nuevo, no mientras viva.

Los Juegos De ErisWhere stories live. Discover now