𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟐𝟓

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𝕬𝖗𝖒𝖆 𝖉𝖊 𝖉𝖔𝖇𝖑𝖊 𝖋𝖎𝖑𝖔

CAOS

La noche tan esperada, llega por fin, el baile. Me encuentro alistándome para la ocasión.

Estoy verdaderamente emocionado por primera vez en días, así que pretendo pasarla bien sin preocupaciones.

Bastian me espera abajo, va vestido muy bien debo decir, muy simple pero a la vez mostrando esa personalidad pícara y arrogante que caracteriza a mi amigo, la cuál, hace mucho tiempo que no veo. Lleva puesto unos pantalones semi-ajustados, una camisa blanca desabotonada hasta el pecho, un abrigo de piel negro, el mismo que le regalé por su cumpleaños pasado, hecho con la tela más fina del reino y un reluciente collar de oro, con un dije en forma de serpiente enrollada que resalta sobre su piel. 

No sabia que Bastian tuviera tan buen gusto en joyas, pero me alegra. 

(...)

La gente comienza a llegar, reyes y reinas, príncipes y princesas, amigos y algunos elegidos por mi padre y la Reina de los cisnes.

El salón se encuentra repleto de gente, de vestidos voluminosos y música agradable, pero sobre todo, alcohol, mucho alcohol...

Observo a Liz que aparece en mi campo de visión, lleva un bonito vestido azul grisáceo con los hombros descubiertos y cubierto de flores, pero lo que más me sorprende no es su hegemónico cuerpo, si no su cabello, el cuál esta corto, hasta sus hombros, bien peinado pero aún así se nota que no lo cortó una profesional, parece improvisado, de último momento...

¿Qué habrá pasado?

No importa esta noche no es para preocuparme de tonterías como el cabello de Liz, hoy voy a pasarla bien.

Mi futura esposa intenta acercarse a mi en cuanto me ve, pero tal como dijo Bastian, las damas y caballeros invitados la detienen, posiblemente haciéndoles preguntas acerca de nosotros.

Mientras que mi mejor amigo tira de mi capa para alejarme de la pista de baile.

—Caos, ya anunciarán a Eris, seguro quieres ver cómo está vestida—Suelta él girando mi cabeza hacia las escaleras que dan al segundo piso, por dónde vendrá la princesa.

—Mi padre y su futura esposa, querrás decir...—esa frase yace amarga en mi garganta, pero debo disimular, aún sabiendo que ayer nos besamos, el recuerdo arremolina en mi cabeza y el sabor de sus labios aun está impregnado a los míos...

—Si, ajá, lo que digas, asegúrate de que no se caiga la baba.

Chasqueo la lengua y lo golpeo a modo de advertencia, no me gustaría que nadie lo escuche.

Al cabo de unos minutos que parecieron años, mi padre es anunciado junto a su reina, por el vocero real. Todos fijan sus ojos en la escalera y por ella aparecen los antes nombrados, el rey, elegante como siempre, con su traje blanco y negro, sus medallas y joyas caras. Luego, a su lado, se encuentra Eris, la mujer más caóticamente hermosa que he visto en mi vida, portando un vestido rojo que destaca como una gota de sangre en la nieve más blanca. Es monstruosa, su belleza deja sin habla a todos los soldados a mi lado, incluido Bastian. La fina tela que envuelve su cuerpo se ajusta en su cintura y a lo largo de sus piernas, terminando en color negro y una cola que parece neblina.
Sobre sus hombros lleva hombreras con tela negra casi transparente que cae en v sobre sus brazos.

Eris va tomada del brazo con mi padre y eso, aunque no me guste admitirlo, me produce arcadas. Todo en ella me atrae, su belleza física es impactante, pero su fuerza y fiereza para actuar me hace replantearme la idea de correr hacia ella y repetir el beso con el que nos conocimos, No puedo sacármela de la cabeza, desde ese día solo he querido fundirme en su piel, gritarle a mi padre que es mía y que ningún matrimonio arreglado cambiará eso.

La odio, la odio por hacerme sentir tan vulnerable, la detesto porque cada vez que la veo reír, aunque no es conmigo, siento que no puedo ni podré odiarla jamás.

La veo bajar, ella saluda a todos como una verdadera reina y eso me vuelve loco, porque no quiero que sea como mi padre, una persona desalmada, cruel, sin escrúpulos.

La música comienza a acelerar y las parejas se acercan una por una a bailar, por lo tanto, Liz también lo hace.

Suspiro y fuerzo una sonrisa para poder tomarla de la mano.

—Baila conmigo, cariño.

¿Por qué me habla así?, ¿Por qué intenta hacer como que nos conocemos desde hace muchísimo tiempo?, Nunca hemos hablado hasta que llegó aquí, incluso cuando era amigo de su hermano, siquiera allí quise hablarle, ya estoy harto de ser cordial.

—No me llames así...

—Lo siento... Yo solo quería ser cariñosa...

—Pues no lo seas, no me gusta.

O tal vez no me gusta que venga de ella.

 Veo a Eris bailar con mis amigos y siento que no puedo aguantar más tiempo esta farsa, me encuentro cansado, harto de todos, de las mentiras, de tener que esconderme y mantener mis sentimientos bajo el tapete. Besé a Eris ese día porque ella era hermosa, porque quería intentar doblegar su carácter explosivo, quería tenerla, quería que ella fuera mi reina, buscaba cumplir con el propósito del baile, cumplir con mis deseos y los suyos, pero todo salió mal, pues aunque yo sabia que no debía acercarme a Eris, que eso nos llevaría a la ruina, lo mandé todo al demonio en cuanto me miró a los ojos, es que esa mujer es tan especial que se te hace imposible apartar la vista, su plan siempre fue ese, desde el inicio era lo que buscaba, ella quería jugar conmigo, quería que yo cayera ante sus pies y yo, que la subestimé, fui su tonto peón en el tablero del amor. 

Siempre fui un desgraciado con las mujeres, eso no ha cambiado, pero cuando la vi, me cuando sin dudarlo me proclamó suyo, no pude evitar sentir esto por ella, no pude no caer en su mirada, por un momento me imaginé a su lado, por un momento, creí poder con ella, tarde me di cuenta de que Eris es una chica con la que no cualquier hombre puede lidiar, está rodeada de peligro, espinas y dolor y si no eres lo suficientemente fuerte, te hundirás en su juego, en sus miles de artimañas y trampas mortales, te enredará tanto que no podrás alejarte de  ella sin sufrir, ella es un infierno en su estado más puro, una droga, un virus que infecta todo a su paso pero no puedes evitarlo, no quieres, porque su amor es tan dulce, sus besos y su corazón, son tan preciosos, que aunque duela, soportas el dolor con tal de tenerla a tu lado, pues no hay ninguna trampa tan certera y mortal como enamorarte de ella.


Los Juegos De ErisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora